La península del Morrazo cierra al norte la ría de Vigo, frente a la ciudad que le da nombre. El estrecho de Rande en el centro, cruzado desde el siglo XX por un llamativo puente, y la isla de San Simón al fondo enmarcan un paisaje de bateas (o mejilloneras), magia y muchas historias. Os propongo dar la vuelta a esta lengua de mar que penetra en la tierra, semicerrada por las islas Cíes, por carreteras reviradas para conocer algunas de esas historias. Es una nueva ruta singular en bikini para este verano.
Vigo es la ciudad más grande de Galicia aunque no es capital de provincia, pertenece a la de Pontevedra. Mirando al norte y volcada al mar fue la puerta de salida de los emigrantes hacia América en el siglo XIX y principios del XX. La canción ‘Para Vigo me voy’ de Celia Cruz hace referencia al barco que la comunicaba con La Habana (Cuba).
Territorio Citroën
Durante décadas la economía de la ciudad más próspera de Galicia se basó en una fuerte industria naval, pesquera y conservera a la que en los años 50 del siglo XX se sumó la automoción. En febrero de 1958 empezó a producir la fábrica de Citroën, en una pequeña nave ubicada en el puerto, en la calle Montero Ríos. Solo en el primer mes se montaron 12 unidades del 2CV furgoneta. En 1961 el centro industrial se trasladó a la ubicación actual en Balaídos, enfrente del campo de fútbol donde juega el Celta, el equipo local. La fábrica forma parte actualmente de la estructura industrial de Stellantis y es una de las más eficientes del sector en España y en el mundo. Desde 1992 la calle que hay delante de la fábrica se llama Avenida André Citroën.
Durante estas más de seis décadas, el ADN de la marca francesa ha ido penetrado en la ciudad de forma casi imperceptible, sobre todo en los difíciles años de la reconversión industrial, en los que Citroën se mantuvo como un elemento de trabajo y progreso en medio de la fuerte destrucción de empleo.
Nos ponemos en marcha en el puerto donde se nota que el paisaje ha cambiado mucho en los últimos años. Ya no existe el bar ‘Las almas perdidas’ donde de madrugada se cruzaban los pescadores que salían a la mar y los que volvían de las interminables noches de la Movida. Enfrente de la Estación Marítima pervive el mercado de La Piedra, ahora famoso por las ostras, pero durante décadas fue el lugar donde se compraba tabaco de contrabando (de batea), quesos holandeses, imitaciones de ropa y, dicen, que también armas. En los últimos años Vigo aparece en los telediarios por las luces navideñas.
Puente emblemático
Salimos de la ciudad siguiendo la línea del puerto por la AP-9, el paisaje industrial y portuario cambia al llegar al estrecho de Rande, el punto donde la tierra de ambos lados se aproxima más. Desde 1981 este estrecho está atravesado por un puente atirantado que en el momento de su construcción fue el segundo del mundo con más espacio entre pilares. Tiene una longitud de 1,55 kilómetros y una altura sobre el mar de 152 metros. Lo diseñó el ingeniero napolitano Fabrizio de Miranda (1926-2015) y se amplió en 2017 con un carril a cada lado y un tráfico muy intenso. Ha sido el primer puente atirantado del mundo que se amplió. Desde que se hizo, su silueta marca la personalidad de la ría de Vigo.
En Rande abandonamos la autopista y tomamos la N-552 en dirección a Redondela, el recorrido que había que hacer para ir de un lado a otro de la ría en coche antes de que existiera el puente. Seguimos por la N-550 bordeando el mar que, tras el estrecho, vuelve a ensancharse formando una ensenada con una isla en el centro, la de San Simón, enfrente de Cesantes. La isla fue primero lazareto (donde se agrupaba a los apestados, buena imagen en estos tiempos) y cárcel en la Guerra Civil. Es también escenario de una de las más interesantes novelas de Manolo Rivas, ‘El lápiz del carpintero’. Arcade está en el fondo de la ría, al lado de la desembocadura del río Verdugo. Lo cruzamos y giramos a la izquierda para recorrer la otra orilla por la N-554.
El tesoro del capitán Nemo
El camino que estamos haciendo por tierra lo hace desde 1870 y bajo el mar el Capitán Nemo en la novela de Julio Verne ’20.000 leguas de viaje submarino’. El escritor francés (Nantes, 1828-Amiens, 1905) convirtió a la ría de Vigo en escenario fundamental para su novela más mítica. Según desvela, Nemo financiaba sus aventuras con el oro de un tesoro hundido que él espoliaba periódicamente desde su submarino Nautilus. La historia se basa en un hecho real, una batalla en 1702 entre piratas ingleses y una flota de galeones que venían de Veracruz (México) y que entró en la ría para intentar protegerse. Este es el motivo por el que en el centro de Londres hay un Vigo Street. El acontecimiento pasó a la leyenda y todavía hoy hay quien busca el tesoro de Rande, aunque ya se lo llevó Nemo. Otros autores utilizaron también este hecho histórico como el italiano Carlo Iberti en ‘Tre miliardi nella baia di Vigo’ (1942) e incluso el británico Robert Louis Stevenson hace referencia a las riquezas hundidas en Vigo en su novela más famosa, ‘La isla del tesoro’ (1883).
Julio Verne visitó Vigo en 1878, cuando ya era un escritor famoso. Su yate, el Saint Michel III se averió cuando navegaba hacia el Mediterráneo. Desde 2005 el escritor tiene una inquietante escultura de bronce en el puerto de Vigo, en los jardines de Montero Ríos, sentado sobre un pulpo gigante. Y desde 2004 el Capitán Nemo también está representado en la ría, frente a la isla de San Simón, con una estatua de bronce y acompañado de dos buzos que sólo se ven cuando baja la marea.
El rastro de los narcos
La N-554 sigue el recortado perfil de la costa hasta la orilla norte del estrecho donde empieza la península del Morrazo, el trozo de tierra entre las rías de Vigo y Pontevedra. El mar bajo el que navegaba en la literatura Nemo está ahora cubierto por escuadras de bateas, que desde lejos pueden parecer una flota naval. Aquí se crían los mejillones y las ostras y en el pasado sirvieron para esconder el tabaco de contrabando (por eso se llamaba de batea) y más tarde la ‘fariña’ (harina en gallego).
Pasado Rande tenemos opciones de autovías, pero es mejor seguir por la PO-551, la carretera que recorre una costa recortada y llena de pequeñas calas. En alguno de los astilleros que hay aquí se varaban las planeadoras de los narcos cuando la apresaba la Guardia Civil en el siglo XX. Cruzamos Moaña y Cangas, las dos localidades más grandes e importantes del Morrazo, comunicadas con Vigo desde hace mucho tiempo por barco. El de Moaña da título al último libro de Domingo Villar, el escritor detectivesco de la zona.
Por la EP-1008 llegamos a Hio, donde está uno los cruceros más bonitos de Galicia y luego por la EP-1006 hasta Cabo de Home, la punta sur de la Ría de Vigo. A la izquierda están las playas de Nerga y Barra, espectaculares, pero con el agua helada y las islas Cíes casi encima. En este punto sólo hay que esperar a la puesta de sol… y que no haya nubes.