En las Rías Bajas hay una carretera con poca dificultad para la conducción pero que supone una experiencia para todos los sentidos. Son poco más de 32 km de asfalto colgado sobre un mar bravío y mirando a poniente. La carretera PO-552 enlaza las históricas villas de Baiona y A Guarda, entre la boca sur de la Ría de Vigo y la desembocadura del Miño, la frontera natural con Portugal. La carretera, que ahora forma parte del Camino de Santiago portugués por la costa, está encajada entre la Sierra de Agroba y los rompeolas naturales de un mar que tiene al otro lado… Nueva York. Es una de las rutas por carreteras secundarias para el desconfinamiento en la web Coche Global.
Esta propuesta de ruta, que a mí me gusta hacer al menos una vez al año y por la tarde, arranca al oeste de Baiona, donde se alza la fortaleza de Monterreal. La bahía de Baiona está cerrada al norte por Monteferro y al sur por el Monte Boi (o Monterreal), donde ahora está el Parador de Turismo Conde de Gondomar, que recuperó las viejas murallas medievales, defensa durante siglos frente a los ataques de los piratas.
Baiona fue el primer lugar del mundo en enterarse del descubrimiento de América (bueno, de saber que al otro lado del mar había tierra). Las corrientes llevaron a la carabela La Pinta hasta sus playas el 1 de marzo de 1493. De las tres que salieron de Huelva comandadas por Cristóbal Colón, esta fue la primera que regresó a la Península. Desde hace unos años se conmemora este hecho cada primer fin de semana de marzo en la fiesta de ‘A Arribada’ (La Llegada).
Muy cerca hacia el este hay playas de arenas blanquísimas como Ladeira o Playa América. Y para hacer surf, Patos. En este entorno sitúa Domingo Villar su novela ‘La playa de los ahogados’.
Dormir y comer en Baiona
El Parador es la mejor opción para alojarse por sus impresionantes vistas y el buen servicio. Pero hay otras alternativas interesantes: el Hotel Talaso Atlántico, con un spa de agua de mar; el Pazo Mendoza, que ocupa una antigua casa señorial de 1768 en el centro de Baiona, o A Casa do Marqués, un coqueto alojamiento rural sobre la playa de Ladeira. Para comer un buen marisco (centolla, cigalas, nécoras, berberechos…), un espectacular pescado (lubina, rodaballo, rape…) o un arroz de carabineros y vieras, Rocamar es un clásico y la calidad está garantiza. Y hace honor a su nombre con unas vistas insuperables sobre el mar y las Cíes.
El casco viejo de Baiona, con casas bajas de granito y soportales llenos de tascas (ahora cerradas por el estado de emergencia, pero a punto de abrir sus terrazas), es perfecto para picar algo y tomar unos vinos. A mí me gusta ir a la Taberna del Azafrán, que tiene una gran terraza, y a La Fuente de Zeta, donde las sardinas en temporada y las empanadas compiten con unas deliciosas zamburiñas a la plancha o unos percebes, que hay que comer tibios. En la playa de Ladeira, O’Rizón es garantía de buen pescado.
Vistas a las Islas Cíes
Al salir de Baiona la sensación es que nos lanzamos al infinito, al horizonte. Este punto, el finesterrae de los romanos, tiene a las Islas Cíes (parque natural y escenario de una de las mejores playas del mundo, la de Rodas) como guardianes de la entrada de la Ría de Vigo. A la izquierda, sobre el monte, nos vigila A Virxe da Roca, una escultura de granito de 15 metros de altura que hizo en 1930 el arquitecto Antonio Palacios (el responsable del actual ayuntamiento de Madrid y de muchas estaciones de metro de la ciudad). La escultura se puede ‘escalar’ por dentro hasta llegar a un mirador que hay en un barco que tiene en la mano.
La PO-552 no es una carretera muy ancha, pero tiene un firme bueno. Hay que prestar atención y no distraerse demasiado con el espectacular paisaje porque la carretera estrecha, llana y casi recta, está frecuentada por ciclistas. En los meses de verano hay mucho tráfico, pero el resto del año, salvo los fines de semana, no está muy congestionada. Los días de temporal parece que las olas pueden alcanzar las ventanillas del coche. Al atardecer la puesta de sol en el mar es sobrecogedora.
Coches 'de casa'
Para hacer esta ruta podemos optar por un coche que la gente de la zona considera ‘de casa’, un Citroën, como el C5 Aircross porque su techo panorámico nos permite no perdernos nada del paisaje. Citroën es una marca viguesa desde 1958 cuando empezó a fabricar allí. Hoy la planta produce vehículos de Citroën, Peugeot, Opel y hasta comerciales para Toyota… pero para los vigueses siempre es ‘La Citroen’.
Al salir de Baiona la carretera va hacia el oeste hasta Cabo Silleiro antes de girar hacia el sur. En este punto la Ría de Vigo se une a mar abierto está coronado por un faro que funciona desde 1924. Pintado en rayas horizontales blancas y rojas parece sacado de un cómic de Tintín.
Siguiendo la carretera llegamos al municipio de Oia, donde empieza la comarca del Val Miñor, que llega hasta el río Miño. En esta zona se producen algunos de los mejores vinos blancos del mundo, los albariños más apreciados. Parada imprescindible es el Monasterio de Santa María de Oia (del siglo XII). Está en un lugar imposible sobre un mar que golpea durante todo el año. En su día fue fortaleza ante los piratas, centro religioso y cuna gastronómica y enológica. Los monjes de Oia fueron los primeros en cultivar viñas en esta zona.
La carretera termina en A Guarda, una recoleta villa marinera entre el Atlántico y el estuario del río Miño. Tiene un puerto, protegido por un enorme malecón rodeado del barrio antiguo, al que se asoman restaurantes con el plato local, la langosta.
La ruta se puede acabar en el Monte Santa Tecla, una impresionante atalaya entre Galicia y Portugal, donde se conserva un imponente castro galaico-romano. Hay también petroglifos prehistóricos, posiblemente celtas, y un pequeño museo.