En la isla de Mallorca, en Baleares, hay una carretera de sólo 14 kilómetros, pero capaz de llamar la atención de aficionados al automóvil de todo el mundo. También de turistas a los que lo de conducir no les hace ninguna gracia, pero sí el espectacular entorno en el que está ubicada esta calzada.
Se llama la carretera de Sa Calobra (La Culebra en mallorquín), que es el nombre de una pequeña localidad y cala en la Sierra de Tramuntana, sobre la costa noroeste de la isla de Mallorca. Llegar hasta allí no es fácil. Pone a prueba las manos y los nervios de los conductores más avezados, pero el esfuerzo merece la pena.
La MA-2141 son 14 kilómetros endiablados que permiten salvar los alrededor de 800 metros de altura entre la Sierra y el mar. Una carretera llena de curvas cerradas y enlazadas, sobre precipicios cortados a pico, con una calzada estrecha sin línea central, pocos ‘quitamiedos’ y mucho tráfico de ciclistas, coches y autobuses (bastante menos este año). Una experiencia estimulante para cualquier conductor y en un entorno espectacular.
Playa en la sierra
La cala está encajonada entre los cortados de la sierra, con paredes de peñascos de hasta 200 metros de altura y con aguas de un espectacular color turquesa. Es una cala de postal donde se puede disfrutar de unas maravillosas puestas de sol. Por eso mismo aparece en las excursiones de la mayoría de los tour operadores que ofrecen llegar por tierra y también por mar para que los clientes decidan la mejor manera de marearse. En los meses de verano, hasta este año, estaba siempre tan llena de gente que te preguntas si las fotos que habías visto en los folletos o en internet las habían retocado con photoshop para eliminar a los humanos.
La MA-2141 es una desviación de la carretera MA-10, la que atraviesa toda la Tramuntana, entre las localidades de Andratx y Pollensa. Arranca a la altura de Escorca, a 38 km de Sóller y al pie del Puig Major, el punto más alto de Baleares (unos 1.500 metros) y del Puig de Massanella, y termina en un aparcamiento de pago de la playa de Cala Tuent. Poco antes de llegar hay una desviación para acceder a la cala de Sa Calobra, la que da nombre a la carretera. En los últimos kilómetros se denomina ‘Carrer Port de Sa Calobra’ y es de dirección única. La cala se ha ido formando a lo largo de miles de años y aunque la arena es más bien pedregosa es una de las pocas playas que hay en la Sierra de Tramuntana.
Giros de 360 grados
La carretera se despliega entre dos barrancos, el del Morro de Sa Vaca y el del Morro de Ses Fel-les. Curvas enlazadas a derecha e izquierda, 12 de ellas de 180 grados en herradura y una que tiene nombre propio, como en un circuito, la del Nudo de Corbata (Nus de Sa Corbata), un giro completo de 360 grados en el que la carretera pasa por debajo de sí misma con un pequeño puente. En este punto hay un mirador desde donde se pueden ver en perspectiva las curvas que hemos superado o que todavía tenemos que trazar.
El diseño de esta locura de carretera, que se enrosca en las piedras del paisaje, fue obra del ingeniero Antonio Parietti, pese a la apariencia, por su apellido, había nacido en 1899 en Palma de Mallorca y fue también responsable de la carretera que lleva al Cabo Formentor, al noreste de la isla.
Sa Calobra se construyó en 1932, solamente con la fuerza del hombre, sin maquinaria y sin ningún túnel, lo que la hace aún más espectacular. Las crónicas cuentas que para su construcción se movieron más de 30.000 metros cúbicos de piedras. Cubre los 800 metros de desnivel con pendientes en algunos tramos del 7% y con otros sorprendentemente estrechos, encajonados entre las paredes de rocas. Desde Sa Calobra se puede acceder a la cercana desembocadura del Torrente de Pareis, que discurre por un profundo cañón durante tres kilómetros. Para llegar al punto donde se funde con el mar hay una estrecha pasarela de unos 300 metros con un túnel excavado en la roca. Este torrente es Monumento Nacional desde 2003.
Atracción turística desde el XIX
La mallorquina Sierra de Tramuntana ha sido un poderoso foco de atracción turística desde el siglo XIX. El Archiduque Luis Salvador de Habsburgo fue el primer hippy del norte de Europa que compró posesiones en la Tramuntana e invitó a visitarlo a sus parientes y amigos, entre ellos su prima, la emperatriz Isabel de Austria, que recorría el mundo como Sissi. Ambos fueron pioneros de los numerosos alemanes que ahora visitan y habitan la isla de Mallorca.
El músico Frédéric Chopin y su pareja, la escritora George Sand, pasaron un invierno en Mallorca en 1838 y se alojaron en Valldemossa. Ese año el tiempo fue terrible, pero resulto muy prolífico para ambos autores. El escritor británico Robert Graves, autor de ‘Yo Claudio’ vivió intermitentemente en Deià desde 1929 hasta su muerte en 1985. El actor estadounidense Michael Douglas adquirió en 1989 una espectacular mansión cerca de Valldemossa, S’Estaca, que había sido propiedad del archiduque austríaco. Allí veraneó con su mujer entonces, Diandra, y luego con Catherine Zeta-Jones. Y el escritor argentino Julio Cortázar creyó ver el rayo verde de una puesta de sol, del que habló Julio Verne, cuando visitó la Tramuntana.
Para atender a los visitantes ilustres del siglo XXI, la Sierra mallorquina está salpicada de elegantes hoteles como Es Mollì, que ocupa una casa señorial del siglo XVII, o Belmond La Residencia, con galería de arte y spa. Un plato típico en la sierra es el cordero y uno de los restaurantes que mejor lo hace el Es Verger, subiendo al Puig de Alaró con unas impresionantes vistas sobre el valle, que hacen un delicioso cordero asado a fuego lento o con cerveza. Está abierto, salvo los lunes, y no es imprescindible reservar.