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Las carreteras 'texmex' de Zamora

Proponemos un recorrido por carreteras fronterizas con una historia apasionante, bellezas naturales, monumentos… y donde se come de cine

Castillo de Zamora, uno de los atractivos de la ruta

Castillo de Zamora, uno de los atractivos de la ruta

Ana Montenegro

05.06.2020 00:00h

9 min

En el sur de California hay una autopista fronteriza, la Interstate 8 (I-8), una línea de comunicación con tráfico endiablado y mucho control policial que se despliega en paralelo a México. Pues en Zamora hay unas carreteras que podrían ser similares. Las que recorren la frontera de esta provincia con Portugal y Galicia, una especie de zona texmex en el corazón de Castilla y León. Con menos ecos cinematográficos, prácticamente sin tráfico y habitualmente sin ningún control de emigración, en la Edad Media esto fue territorio comanche y la zona estuvo tan agitada como ahora la frontera entre Estados Unidos y México.

Aquí nació ‘La Raya’ (A Raia, en portugués) la primera frontera entre España y Portugal, en el siglo X cuando las tierras del oeste (portuguesas) se independizan del Reino de León y cada uno de ellos siguen la conquista hacia el sur. Sólo un siglo después tuvieron que volver a ponerse de acuerdo sobre los límites de cada uno de los países. El paralelismo con la conquista del oeste y las guerras fronterizas entre los vecinos norteamericanos sólo se diferencian en el tiempo y el espacio.

Esta es, claramente, una tierra llena de ecos históricos, leyendas y misterios pero también atravesada por un puñado de carreteras que cumplen desde hace siglos la misión de comunicar los antiguos reinos y ahora los países o provincias. Tras décadas sin fronteras, este año las carreteras (la N-122 o la N-525) han vuelto a vivir algo que parecía olvidado, su cierre total entre España y Portugal y entre Zamora y Galicia como consecuencia de una pandemia. ¿Hay algo más terriblemente medieval?

Cuando se acerca la fecha de reabrir esas barreras quizás sea el momento de plantearse un recorrido por las carreteras fronterizas de Zamora. Una provincia poco conocida que atesora una historia apasionante, además de bellezas naturales, monumentos… y donde se come de cine. Tengo que confesar que yo tampoco la conocía mucho, pese que llevo toda la vida pasado por aquí entre Madrid y Vigo y viceversa.

Al volante con paisajes impresionantes

Os propongo un recorrido igual de apasionante para quien le guste el asfalto y el volante y para quien sólo quiere ver paisajes impresionantes. Yo descubrí esta región gracias a una prueba del nuevo Renault Clio, la quinta generación de este modelo, un innovador compacto que, además, tendrá por primera vez una versión híbrida enchufable y que se adapta perfectamente a esta tierra, es versátil y apasionante.

La ruta que os propongo tiene en total unos 280 km y exige poco más de 3,5 horas para realizarla, pero lo mejor es dedicarle una jornada completa, comiendo en el camino y haciendo paradas en puntos estratégicos.

Yo tomé como base Zamora, que además de tener una buena oferta de alojamientos y restaurantes cuenta con los suficientes atractivos para dedicarle uno o dos días. A sólo 248 km de Madrid, 62 de Salamanca, 90 de Valladolid y 110 de Braganza en Portugal, Zamora está a orillas del río Duero y sobre la Vía de la Plata, la calzada que hicieron los romanos desde Astorga a Mérida y sobre la que actualmente hay una autovía del mismo nombre (que se ha ampliado desde Sevilla a Gijón) y se ha constituido como un Camino de Santiago desde el sur.

Leyendas de Zamora

La estratégica ubicación de Zamora en el pasado, sobre todo entre los siglos X y XIV, en la Edad Media y en la primera parte de la reconquista, le hizo ser un importantísimo centro político, militar y artístico. Fue una de las principales plazas (ciudades) del Reino de León y luego escenario de las luchas entre Pedro I y Enrique de Trastámara por el control de la corona de Castilla en el siglo XIV. Las leyendas cuentan que aquí el Cid Campeador fue armado caballero, la ciudad tuvo una reina en el siglo XII, que respondía al curioso nombre de Doña Urraca, y el famoso ‘Cerco de Zamora’ aparece en diferentes cantares de gestas. Un puñado de leyendas que dan mucho juego en una pequeña ciudad que además de sus campos de amapolas en primavera que han enamorado a los japoneses es como un parque temático de joyas arquitectónicas. Un castillo recién remozado, algunos de los mejores edificios románicos de España, una espectacular catedral, cinco puentes sobre el río Duero, iglesias, museos…

Zamora perdió su importancia estratégica cuando la reconquista fue bajando por la Península y el centro de gravedad se desplazó hacia el sur. Pero tuvo otro momento de esplendor, entre finales del siglo XIX y principios del XX, con la llegada del ferrocarril y la aparición de varias industrias, lo que se transformó en un boom urbanístico con tan buen gusto que la llenó de edificaciones modernistas. Hoy Zamora, con 19 edificios elegantes y soñadores, forma parte de la Red Europea del Modernismo. Algunos están firmados por el catalán Francesc Ferriol, uno de los precursores de este estilo. No hay que olvidar que cerca, en Astorga, el palacio episcopal lo diseñó el mismo Gaudí. 

Y luego está lo más apetecible de esta ciudad… sus tascas y restaurantes. La Sal me resultó sorprendente por la imaginación de sus tapas y la calidad de los productos. En la zona hay buenas carnes, legumbres, embutidos y, claro, los vinos… que estamos sobre el Duero y cerca de Toro.

Asfalto 'vintage'

Bueno, la ruta que os propongo es mejor arrancarla por la mañana y dejar las tapas y los vinos para la vuelta. La primera etapa nos lleva a recorrer 60 km hasta Alcañices por la N-122. La carretera es un viaje al pasado (un Delorian sería perfecto), con poco tráfico y un asfalto de aspecto vintage pero en bastante buen estado. Se nota que no tiene mucho tráfico. Sólo unos 24 km después cruzamos el embalse de Ricobayo construido en los arribes del Esla (un caudaloso afluente del Duero). Aquí el río ha hecho a lo largo de los siglos una profunda garganta perfecta para construir una presa que se destina a la producción de electricidad.

La carretera es bastante recta y permite una conducción ligera, aunque hay tramos divertidos en los que enlaza algunas curvas. Tras cruzar Fonfría llegamos hasta Alcañices, casi en la frontera con Portugal. De hecho, en el camino vemos carteles que nos indican que vamos hacia el país vecino.

Alcañices puede hoy no llamar mucho la atención, pero oculta una apasionante historia que ha influido en la actual geografía peninsular. En el siglo XII dio nombre a un tratado entre el rey Dionisio I de Portugal y Fernando IV de Castilla para fijar las fronteras que siguen existiendo hoy entre los dos países. Salvo Olivenza, que se quedó en Portugal y volvió a ser española en el siglo XIX, pero los portugueses no lo reconocen...del todo. En la Edad Media fue una fortaleza de los templarios, de lo que aún quedan algunas ruinas y muchas leyendas. Desde 2015 su entorno es un espacio natural protegido por la Unesco.

En Alcañices cambiamos de carretera para dirigirnos hacia el norte por la ZA-012. Si continuáramos por la N-122, a sólo 23 km llegaríamos al puesto fronterizo con Portugal. Aquí donde la ‘raya’ es el río Manzanas, afluente del Duero. Al pasar la frontera la carretera cambia su nombre por el de E-82 y nos introduce en Tras-os-Montes y el Alto Douo. Pero esa será otra ruta.

Seguimos hacia el norte, en paralelo a la línea fronteriza, por un paisaje que se va haciendo más agreste y verde, no en vano estamos en las estribaciones de los parques naturales del Lago de Sanabria en España y de Montesinho en Portugal, además de circular en paralelo a la Sierra de la Culebra, otra frontera natural con el vecino portugués y donde se oculta el lobo ibérico. Esta es una zona poco poblada así que por el día es fácil ver fauna salvaje y de noche un cielo cubierto de estrellas.

La mejor carne

Pasamos San Vitelo, Mahide y San Pedro de las Herrerías. En la curiosa estación del ferrocarril de esta última, un edificio digno de una película, hay unas estupendas vistas del Valle de Aliste. Sólo 35 km más adelante llegamos a Villardeciervos, cruzamos la N-631 y al girar a la izquierda atravesamos parte del embalse Nuestra Señora de Agavanzal. Sorpresa, estamos en una pequeña playa fluvial, muy bien cuidada con merenderos y puntos de atraque de piraguas. Esta zona demuestra que Zamora, pese a su fama de región seca, tiene grandes humedales formados por los embalses sobre el río Tera (Vernadilla, Valparaiso…) que han permitido crear zonas de pesca y ¡hay hasta 12 playas!.

Entramos en la N-525, la antigua carretera entre Benavente y Ourense, que discurre paralela a la nueva A-52, la Autovía de las Rías Bajas, que termina en Vigo. En esta ocasión vamos a tomar dirección Benavente porque quiero ir a comer a un sito muy especial. Aunque a 20 km en dirección contraria, en un cruce de caminos, hay otra estupenda alternativa gastronómica, el restaurante El Empalme. Ocupa una casa baja de piedra y ofrece un sabroso menú con especialidad en setas.

Pero hoy vamos a comer en otro sitio también sorprendente. Tomamos la N-525 en dirección Benavente hasta Camarzana de Tera a unos 32 kilómetros. En este trayecto hay que tener cuidado porque es muy recto y con un buen firme pero está salpicado de pueblos así que atentos para disminuir la velocidad. En Camarzana de Tera tomamos a la izquierda la ZA-110 en dirección norte. En unos 14 km llegamos a Fuente Encalada y poco después cambiamos de provincia y la ZA-110 se convierte en la LE-110 ya en León. Todavía tenemos que recorrer unos 16 km para llegar a nuestro destino, Jiménez de Jamuz y la Bodega El Capricho, un espectáculo para los amantes de la carne. Para algunos medios internacionales cono The Guardian o The Time aquí se hace (y se come) una de las mejores chuletas de buey del mundo. Por eso sus clientes vienen desde cualquier punto del planeta, aunque tengan que esperar meses por su reserva. Su propietario, José Gordón, trabaja con carne de bueyes de razas seleccionadas, generalmente portuguesas, gallegas o asturianas, criados en sus fincas o en pequeñas ganaderías próximas. Una vez sacrificado el animal la carne se madura entre 60 y 180 días y luego se cocina a la brasa en una parrilla de dos alturas, de tipo argentino. El restaurante está ubicado en una antigua bodega, bajo tierra y con huecos naturales para cada mesa, con lo que se preserva perfectamente el distanciamiento al que ahora estamos obligados. Desde el jueves 4 de junio está reabierto tras el confinamiento.

Para regresar a Zamora mi propuesta es hacerlo por autovía, más rápido (poco más de una hora y cuarto) y corto (unos 116 km). A 3 km de Jiménez de Jamuz, en la Bañeza tomamos la A-6, la autovía del Noroeste que enlaza Madrid y A Coruña, en dirección sur. Los golosos pueden hacer un pequeño desvío para entrar en el pueblo de La Bañeza y probar algunos de los dulces, bizcochos y soletillas de la confitería Imperiales Alonso. Su producto estrella se llama Imperial y es un pequeño bizcocho, como una madalena rectangular, de almendras, huevos y azúcar.

Tras recorrer unos 50 Km, (en el 235 km de la A-6) y tras haber pasado Benavente, hay que tomar el desvío por la A-66 hacia Zamora. Está muy bien indicado. Unos 65 km después entramos en Zamora, nuestro origen y la meta de esta peculiar ruta que es imprescindible hacer en cuanto podamos movernos libremente para sentirnos pioneros del oeste peninsular. ¡Buen viaje!

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