La electromovilidad supone un cambio de paradigma, de modelo económico y de hábitos. Pero no solo eso. También es necesario hacer un reset en nuestro esquema mental y de conocimientos basados en la movilidad del petróleo, que solo puede servir como punto de referencia. La extensión de los coches eléctricos requiere de una labor divulgativa para difundir las bases de los nuevos coches eléctricos e híbridos. Necesitamos ir a la academia para aprender la asignatura del vehículo eléctrico.
Una de las preguntas que me hacen con más frecuencia últimamente mis círculos familiares y de amigos es si vale la pena comprarse un coche eléctrico o híbrido. Hasta hace un tiempo, la pregunta era más bien si podían comprarse un turismo diésel o de gasolina o qué tipo de automóvil le recomendaba. Pero, ahora, el coche eléctrico se abre camino en la opinión pública aunque con mucha confusión.
Mi primera reacción a la nueva pregunta sobre las ventajas de adquirir un coche eléctrico o híbrido consiste en sondear los conocimientos de la persona que hace la consulta. En general, he podido comprobar que la gran mayoría de sufre bastante confusión y prejuicios en relación con la electromovilidad. Esa visión borrosa de los nuevos coches de cero emisiones o menos contaminantes hace que la nueva movilidad que las autoridades y las marcas quieren promocionar se vea como algo alejado de la realidad personal de cada persona, con pocas ventajas, una opción complicada y mucho más cara.
Primero, formación, luego, ventas
Ante esa situación, son encomiables los esfuerzos de los fabricantes por evangelizar a los nuevos clientes de la electromovilidad, aunque el mensaje a menudo está demasiado influido por la búsqueda de rendimientos a corto plazo de los responsables de marketing.
Por eso creo que es necesario promover un mecanismo más transversal para explicar con claridad qué es la electrificación de la movilidad, qué ventajas e inconvenientes tiene y cómo se puede acceder a esa tecnología en nuestra realidad inmediata. Ese mecanismo, algo así como una academia, sería el equivalente de los cursos que reciben los operarios de las fábricas para saber cómo se produce un turismo propulsado por baterías o la formación de los mecánicos sobre cómo reparar y mantener un coche eléctrico o híbrido.
La divulgación de los fundamentos de la electromobilidad entre los ciudadanos debería integrarse en todos los espacios, desde la formación para obtener el carnet de conducir hasta campañas y test drive de las administraciones, clubes de automovilistas y marcas impulsados de forma conjunta y con espíritu evangelizador y no de marketing. Primero hay que deshacer tabúes como que los coches eléctricos tienen un precio inalcanzable. Si se consigue ese objetivo, gracias también a la mejora de las ofertas y a la reducción de precios, las ventas llegarán como algo natural.