En el salón de Ginebra de marzo de 1997, Mercedes-Benz mostró un coche nuevo, el Clase A, que estaba llamado a protagonizar una revolución en la marca y en el sector (lo que no sabía entonces era de qué tipo). Su lanzamiento comercial estaba previsto para finales de año. El proyecto se llevaba cocinando desde 1993 y se avanzó con el concept car Vision A93, que apuntaba las características del nuevo modelo.
El objetivo era entrar en un nuevo segmento, por debajo del Clase S y el Clase E, en el que Mercedes no estaba presente, el de los coches pequeños, populares y de gran volumen, donde reinaba el Volkswagen Golf. Además, en 1994 había firmado un acuerdo con el suizo Nicholas Heyer, millonario gracias a los relojes Swatch, para crear una joint venture y lanzar el Smart (Swatch Mercedes Art), un coche urbano, biplaza, pequeño y fácil de aparcar. Lo que en su origen se concibió como ‘un coche de pulsera’ estaba previsto para 1998.
Con 3,57 metros de largo, el Clase A era el primer Mercedes de pasajeros y fabricado en serie con tracción delantera. Con cinco puertas, su versatilidad interior era innovadora. La banqueta trasera se podía mover o incluso quitar como, opcionalmente, el asiento del pasajero. En total permitía hasta 72 disposiciones de asientos diferentes y tenía un maletero con piso plano que unido a un gran portón trasero y un umbral de carga bajo lo convirtió en precedente de los actuales y exitosos SUV. Tenía un techo corredizo inusualmente grande y, por primera vez en un modelo de volumen de Mercedes, las aletas delanteras y el portón trasero estaban fabricadas en material plástico. Así se conseguía un peso de sólo 1.000 kilos, lo que ayudaba a reducir el consumo.
Vuelco en la prueba del alce
La marca de la estrella fue especialmente rigurosa con la seguridad pasiva porque el Clase A estaba construido sobre una nueva estructura, denominada ‘sandwich’. El motor y la transmisión están ubicados delante y bajo del piso, mientras la batería, el sistema de escape y el depósito de combustible están debajo, protegidos con tubos longitudinales y transversales. Este tipo de construcción, además de colocar a los ocupantes en una posición ligeramente elevada, en caso de un impacto frontal violento, los elementos ubicados delante se deslizan debajo del compartimiento de pasajeros, consiguiendo una seguridad pasiva similar a la del Clase E de la época.
Pero las lagunas estaban en la seguridad activa. O eso pensaron los suecos. Durante las pruebas del nuevo modelo, el 21 de octubre de 1997 la revista sueca Teknikens Värld realizó una prueba de evasión con el Clase A. En Suecia se llama ‘prueba del alce’, esquivar a un alce que esté en la carretera y volver al carril. El coche vuelca en la prueba con cuatro periodistas dentro y la foto con el coche estrellado se difunde velozmente por Alemania y toda Europa a pesar de que entonces no había redes sociales. Simplemente a través del fax y de agencias de noticias.
Posteriormente se vio que podría haber sido un problema de neumáticos, pero el retraso de Mercedes en reaccionar provocó un daño en la reputación de la marca difícil de parar y un coste añadido millonario. El 13 de noviembre Mercedes anuncia un retraso de 12 semanas en la entrega de los vehículos y lanza una masiva campaña de publicidad en 180 diarios alemanes, con 400.000 cartas y 150.000 cintas de vídeo en la que pide “paciencia” a sus clientes
ESP en un coche pequeño
La marca decide equipar de serie al Clase A con el nuevo sistema electrónico de estabilidad (ESP), que sólo llevaban los modelos más altos de la marca, el asistente de frenada automática (BAS), airbags de impacto lateral en las puertas delanteras y revisión de las suspensiones y neumáticos, tensores de cinturones de seguridad y limitadores de fuerza del cinturón. El ESP fue un desarrollo realizado por Bosch y Mercedes que estrenó en 1995 el Clase S, el más lujoso de la marca de la estrella.
Todas estas actuaciones supusieron una inversión adicional de unos 500 millones de euros y el retraso en el lanzamiento del Smart para revisar y reforzar también su seguridad. Los 18.000 Clase A ya entregados se revisaron y se transformaron sin coste para sus propietarios.
Lo que en principio fue una de las crisis del sector de automoción más importante del siglo XX, se convirtió en una revolución en la seguridad. Los estándares que impuso el Clase A en el segmento de los utilitarios tuvieron que ser seguidos por el resto de las marcas en sus modelos más pequeños, hasta que la UE impuso el ESP por norma en todos los modelos lanzados a partir de 2011 y matriculados a partir de 2014. El ESP se habría impuesto seguro, pero mucho más tarde, así que el Clase A han salvado muchas vidas.
El primer Clase A, denominado dentro de Mercedes modelo 168, se fabricó hasta 2005 y se vendieron más de 1,1 millones de unidades. La actual es la cuarta generación de este modelo, pero poco tiene que ver con su antepasado, salvo el nombre. En 2012 cambio totalmente, perdió la estructura ‘sandwich’ con un centro de gravedad más bajo y un estilo más deportivo.