La corbata ha vuelto a aparecer, o más bien desaparecer, como escudo energético. Pedro Sánchez lo ha puesto como ejemplo de los pequeños cambios que podemos poner en marcha en nuestros hábitos para reducir el consumo de energía y, de esa manera, contrarrestar los efectos de la guerra de Putin en Ucrania y de su ofensiva contra la economía europea. Despojarse de la corbata para subir la temperatura de aire acondicionado no es una idea nueva, al igual que tampoco lo es limitar o modificar la movilidad para contribuir.
La corbata se está convirtiendo, de nuevo, en un símbolo contra el despilfarro energético, al igual que pretendió el ministro del Gobierno socialista Miguel Sebastíán en 2011. Han pasado solo 10 años de aquel plante de Sebastián, que le costó una buena regañina de José Bono, el presidente del Congreso, por faltar al decoro de la Cámara.
El papel de la movilidad
Han cambiado muchas cosas desde entonces, pero algunas lo han hecho a peor. La necesidad de ahorrar energía que tenemos en la actualidad es mucho más acuciante que la que llevó a Miguel Sebastián a quitarse la corbata en 2011. Por ello, es muy probable que evitar los excesos en la climatización ayude pero no sea ni mucho menos suficiente. Por ello la movilidad jugará un papel decisivo en maximizar el ahorro de energía requerido.
El coche privado recibirá un nuevo golpe con esta crisis energética, como si se tratara de la crisis del petróleo de los años 70. Corremos el riesgo de volver al teletrabajo masivo y de sufrir restricciones en los desplazamiento con vehículo propio. El Gobierno podrá decir que es una medida necesaria por el interés general y que facilita la alternativa con la gratuidad de algunos títulos para utilizar el transporte público.
¿Limitaciones de la velocidad?
Puede existir la tentación de que esas restricciones al uso del vehículo privado incluyan limitaciones extraordinarias a la velocidad con el fin de reducir el consumo de carburante. Ya hemos vivido situaciones similares con el objetivo de disminuir las emisiones de gases en episodios de alta contaminación.
No cabe duda que son medidas excepcionales para una situación excepcional, pero es necesario medir bien la respuesta a la guerra energética de Putin y buscar las acciones que sean realmente más efectivas, al tiempo que se buscan y se potencian fuentes de energía alternativas. Es el momento de poner a toda potencia los parques eólicos y fotovoltaicos como primer paso, antes que recurrir a las centrales de carbón.
Quitarnos la corbata es lo menos malo que nos puede pasar y se puede ver también como una liberación de las ataduras del protocolo.