"Ya tenemos autopistas", titulaba La Vanguardia el jueves 3 de julio de 1969 una portada histórica con motivo de la inauguración de la primera vía de peaje de España, que unía Barcelona con Mataró. El modelo de construcción y financiación de autopistas que empezó con un peaje de 20 pesetas acaba el día 1 de septiembre de 2021 con el final de la concesión a Abertis y el levantamiento de las barreras. Pero, el modelo de la privatización de las infraestructuras llega a su fin, 52 años después de su puesta en marcha, con mucha improvisación sobre la alternativa pública.
Como vecino del Maresme, he vivido toda mi vida bajo el peaje. O pagabas o chupabas caravana en la carretera N-II, una vía que ha sufrido una endémica falta de inversión como parte de un sistema que conducía a los automovilistas a las autopistas. En las carreteras e incluso en los navegadores abundan los carteles y los avisos para que vayamos a las autopistas, pero resulta raro a la inversa para dejemos la vía de pago y vayamos a la gratuita.
Durante décadas, las empresas concesionarias han hecho caja de forma generosa en unas vías de comunicación ya amortizadas desde hace mucho tiempo pero cuyos peajes se han prolongado porque la Administración quería evitar esa patata caliente.
Final de peajes en Cataluña y Aragón
Mediante sucesivas prórrogas, las concesionarias han ido alargando su modus vivendi ante una mezcla de sentimientos de los usuarios que van de la resignación a la indignación por la falta de iniciativa de los poderes públicos que delegaban la gestión de las autopistas en empresas privadas. Esa indignación crecía cuando te veías atrapado en atascos justo después de superar las cabinas de peaje y de haber pagado unos precios que no paraban de subir año tras año. O cuando te dabas cuenta del mal estado de mantenimiento de algunas vías o cuando falla el telepeaje (un negocio en vías de extinción probablemente).
Para mí, el final de las concesiones de las autopistas AP-7, AP-2, C-32 norte y C-33, que afectan a Aragón y Cataluña, es una fecha señalada en el calendario, de una trascendencia similar a efemérides como la llegada del euro. Pero la satisfacción de circular por esas autopistas sin pagar puede ser algo efímero porque el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña preparan otros sistemas para financiar el mantenimiento vinculados al uso de esas vías. Peajes simbólicos controlados por cámaras, viñetas... hay diferentes posibilidades para que sigamos pagando de otras formas.
Riesgo de un giro de 360 grados
Queda por ver cómo afectará al tráfico el levantamiento de las barreras de peaje. El previsible incremento puede variar en el futuro en función de cómo se diseñe el nuevo sistema de pago alternativo al peaje. El dinero recaudado directamente por las administraciones servirá para pagar otras concesiones, las de las empresas adjudicatarias de los contratos de mantenimiento de las autopistas, que abren interesantes oportunidades para empresas especializadas como las antiguas concesionarias. Los automovilistas tendremos que vigilar que el giro en el sistema de peajes no sea de 360 grados para cambiar para que todo siga igual o muy parecido.