La Semana Santa es uno de esos momentos del año en el que España se echa a la carretera. Según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), solo en 2024 se registraron más de 16,5 millones de desplazamientos en coche durante este periodo vacacional. Cifras que, además de poner a prueba la paciencia de los conductores, también suponen un fuerte impacto para el medioambiente. Pero… ¿y si todos esos trayectos se hubieran hecho en coches eléctricos?
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La respuesta, según un estudio de DRIVECO, es tan prometedora como contundente: 128.700 toneladas menos de CO₂ emitidas a la atmósfera. Esta cifra equivale a retirar de la circulación más de 28.000 coches de gasolina durante un año o a la capacidad de absorción anual de más de 5,4 millones de árboles. Una reducción de emisiones que pondría a España en la senda de sus objetivos de descarbonización con un solo movimiento: electrificar sus carreteras.
La otra cara de la moneda: los puntos de carga
Sin embargo, el futuro no siempre circula sobre un carril sin obstáculos. Y Semana Santa 2024 fue un claro ejemplo de ello. En especial, en lo que respecta a las colas en las estaciones de carga para vehículos eléctricos. La más mediática, la de Atalaya del Cañavate, en Cuenca, donde decenas de vehículos Tesla esperaban turno para recargar. Un cuello de botella que provocó críticas en redes sociales y una ola de vídeos virales que cuestionaban si el coche eléctrico está realmente preparado para absorber picos de movilidad como los de esta época.
Esta estación, situada en un punto estratégico en la A-3 (Madrid-Valencia), se convirtió en símbolo de las limitaciones actuales del sistema. Con solo 10 postes de carga V2 (hasta 150 kW) —varios de ellos fuera de servicio—, el enclave no pudo soportar la llegada masiva de usuarios. Si se estima que solo los modelos de Tesla representan cerca del 0,1% del parque automovilístico actual, eso podría haber supuesto unos 3.000 coches eléctricos viajando a la costa valenciana, todos buscando un enchufe.
Más puntos de carga y más información
La electrificación de la movilidad ya no es una visión futurista. Es, como señala Christian Revilla, Country Manager de DRIVECO, una solución urgente y concreta. El transporte representa el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero en España, con los vehículos ligeros como principales responsables. En este contexto, Revilla insiste en que "periodos vacacionales como Semana Santa ilustran perfectamente el impacto inmediato y tangible que tendría una transición real al vehículo eléctrico".
La buena noticia es que España avanza. Según el Barómetro de Electromovilidad de ANFAC, a comienzos de este año ya se contaban más de 46.000 puntos de recarga en todo el territorio tras el aumento trimestral más elevado registrado. Pero como ha demostrado la experiencia de Atalaya del Cañavate, no se trata solo de cantidad, sino también de ubicación estratégica, mantenimiento y tecnología. En otras palabras, más puntos sí, pero también más rápidos, más fiables y mejor repartidos.
En ese sentido, la situación ha cambiado también respecto a 2024 con la puesta en marcha del primer mapa de puntos de carga de acceso público, que muestra la ubicación y la disponibilidad de la mayor parte de enchufes, aunque todavía no integra todas las operadoras de la red.