Los pioneros en un negocio se merece respeto e incluso devoción. Se trata de empresas o emprendedores que arriesgan porque son visionarios y acaban convirtiéndose en abanderados de algo nuevo, disruotico en muchas ocasiones. Un ejemplo puede ser Tesla y Elon Musk, que entró en el fabricante de coches eléctricos norteamericano poco después de su fundación con unos planes muy ambiciosos. Con el fin de contribuir a mejorar el medio ambiente, Musk se propuso impulsar la venta de coches eléctricos y empezó por colocar estaciones de carga en las principales rutas de Estados Unidos y luego de Europa y otros continentes. Este fin de semana he presenciado una imagen impactante de esas estaciones de carga que puede servir de metáfora del momento de la movilidad eléctrica: las telarañas en la manguera de un 'Supercharger' de Tesla.
¿Cuánto tarda una araña en tejer su tela para atrapar otros insectos con los que alimentar a su prole? Lo desconozco, pero lo que está claro es que la formación de una teleraña es sinónimo del paso del tiempo, de falta de uso, de abandono. Por eso puedo especular que aquel punto de carga ha estado inactivo durante días o semanas.
Supercargador de Tesla en La Seu
El supercargardor de Tesla afectado por la inactividad se encuentra en La Seu d'Urgell, a pocos metros de la catedral. Se trata de una estación con 10 supercargardores que fue inaugurada en mayo de 2018 gracias a una concesión para ocupar el espacio público por 15 años para Hidroeléctrica del Valira y Tesla. El objetivo era ofrecer un servicio de carga en la ruta entre España y Francia y favorecer las estancias de viajeros en La Seu.
Aunque las telarañas pueden ser una anécdota, ponen de manifiesto la pescadilla que se muerde la cola que vive el mercado de la movilidad eléctrica del que todo el mundo habla. Elon Musk lo tenía claro y por ello está pagando todavía sus fuertes inversiones con abultadas pérdidas. Si no hay puntos de carga, no se venderán más coches eléctricos. El dilema del huevo o la gallina aplicado a la electromovilidad.
Pero a diferencia de EEUU, la gallina de España va desorientada y sin impulsos claros. En julio pasado se vendieron menos de 1.000 coches eléctricos en España a pesar de que están disponibles las ayudas de 5.500 euros para los compradores. Como dice la Asociación de Fabricantes (Anfac), algo falla con la regulación del Plan Moves.