El sector del automóvil se siente algo huérfano en un momento de turbulencias. La relación con el Gobierno central sufre profundos altibajos y el sector se impacienta ante la caída de al producción y las ventas. En ese contexto, no es de extrañar que el anuncio de la consejera vasca de Desarrollo Económico Arantxa Tapia de un plan Renove a la medida del sector y con vocación de ir más allá de Euskadi haya insuflado esperanza fabricantes y vendedores.
El anuncio de la consejera Tapia ha sido recibido con alivio por el sector. Por fin hay un Gobierno que escucha la voz de un sector económico clave para la industria y para el comercio y se olvida de hacer experimentos o de política de escaparate con escasa viabilidad real. El plan Renove del País Vasco no excluirá las subvenciones por la compra de vehículos diésel y de gasolina, además de fomentar la adquisición de coches eléctricos e híbridos.
A eso se le llama pensar en el futuro sin descuidar el presente inmediato. La sustitución de coches viejos con la cualificación Euro IV o Euro V por otros con la última versión Euro VI significa una reducción muy significativa de las emisiones de CO2 y de NOx. Y, además, son coches más baratos que los eléctricos y con una oferta mucho más amplia y menos disruptiva con los hábitos de consumo de los usuarios. Entonces, ¿por qué no favorecer la sustitución de un coche viejo contaminante de gasóleo o gasolina por otro del mismo carburante pero mucho más limpio?
Un Renove utópico o efectivo
Las opciones están claras. No intervenir en el mercado, lo cual dejaría el ritmo de renovación del parque automovilístico a merced de los consumidores. O bien intervenir con una opción maximalista y utópica de bonificar solo los coches eléctricos o con una opción más posibilista y efectiva a corto plazo sin descuidar el cambio radical pero más progresivo.
Esta última opción es la que subyace en el plan Renove vasco. El Clúster de Automoción del País Vasco, uno de los más veteranos del país, y el Ejecutivo foral se han convertido en un referente para el sector del automóvil y para el resto de Administraciones. Y, de paso, pueden echar una mano a la fábrica de Mercedes de Vitoria, afectada por el desplome de las ventas de vehículos diésel. La partida de ajedrez sigue viva. ¿Qué movimientos harán el resto de jugadores?