En un nuevo episodio del caos y la montaña rusa en la que Donald Trump ha convertido su política comercial, el presidente estadounidense anunció una tregua de 90 días en la imposición de los aranceles "recíprocos" por encima del mínimo del 10% general... salvo a China, con la que sigue la escalada de la guerra comercial, situada ya en el 125%. El anuncio, realizado como no podía ser de otra forma a través de su red Truth Social, llegó acompañado de un eufórico mensaje en mayúsculas: "ES UN GRAN MOMENTO PARA COMPRAR".
Contesta el cuestionario del Barómetro de Auto Mobility Trends 2024 en este enlace
Los mercados, atentos al vaivén emocional que genera cada mensaje presidencial, respondieron con una explosión de euforia tras los descalabros profundos de los días anteriores. El sector del automóvil de EEUU fue uno de los más beneficiados a pesar de que la Casa Blanca dio a entender que mantenía el peaje del 25% a los vehículos importados.
Las subidas fueron del 22,6% para Tesla, un 9,32% de Ford, un 8,98% para Rivian y un 7,67% de General Motors. El índice Nasdaq se disparó más de un 12 %, su mayor salto desde la era puntocom, mientras que el S&P 500 y el Dow Jones escalaron más de un 9 % y un 7 % respectivamente. Un giro de guión dramático digno de una serie de Netflix, en el que el protagonista no se rige por la lógica económica sino por su instinto de showman.
Previsiblemente, las bolsas asiáticas y europeas, que ya habían cerrado cuando Trump anunció el cambio de rumbo en la guerra arancelaria, seguirán la misma tendencia que el mercado estadounidense. Los desplomes históricos desde el anuncio de los gravámenes y el temor a una recesión, junto con las presiones de Elon Musk y otros dirigentes políticos y económicos próximos al magnate hotelero y presidente, han sido decisivos en el nuevo capítulo de este culebrón.

Donald Trump con Elon Musk junto a un Tesla / X POTUS
Trump desmiente a su equipo y a sí mismo
El perdón temporal anunciado por Trump reduce al 10 % el castigo arancelario para la mayoría de países durante tres meses, revirtiendo en parte la agresiva política proteccionista proclamada el 2 de abril, autodenominado por él mismo como "el día de la liberación". Pero esta liberación duró menos de lo que tarda una bolsa en abrir: en apenas una semana, el propio Trump dinamitó el discurso de su equipo, que hasta ayer aseguraba que los aranceles eran "no negociables".
¿Qué cambió? Según el presidente, la "gente se estaba asustando un poco". Esa gente no eran los consumidores americanos ni los exportadores europeos, sino los inversores de Wall Street, cuyas pérdidas recientes no pasaron desapercibidas para el magnate devenido en mandatario.
“Anoche vi que la gente estaba empezando a ponerse nerviosa”, dijo Trump ante la prensa en la Casa Blanca. Nervioso estaba él, al ver cómo el mercado de bonos entraba en caída libre, el petróleo descendía de los 60 dólares por primera vez en cuatro años, y los principales índices encadenaban cuatro sesiones de números rojos.
La estrategia del caos –anunciar, amenazar, rectificar y celebrar como victoria lo que antes era innegociable– ha demostrado ser tan efectiva como destructiva. Porque si algo quedó claro este miércoles es que los mercados no reaccionan ya a las políticas de Trump, sino a sus impulsos. Y eso convierte al mayor motor económico del mundo en rehén de un algoritmo emocional.
Inestabilidad como sistema
Mientras tanto, China, excluida de esta amnistía arancelaria, respondió con contundencia elevando sus propios gravámenes del 34 % al 84 %, en una escalada que amenaza con hacer permanente lo que debería haber sido temporal. Trump, sin embargo, sigue vendiendo la ilusión de que un gran acuerdo está en camino: "Vamos a llegar a un trato con China y con todos los demás países. Serán acuerdos justos", afirmó, sin aportar hoja de ruta ni plazos.
Entre tanto, la Unión Europea, que había evitado represalias inmediatas a la espera de una desescalada, se vio golpeada durante unas horas por aranceles del 20 %, antes de ser reincorporada al grupo de "países amigos". La UE ha anunciado una subida de aranceles moderada a productos no sensibles de EEUU en respuesta a las primeras medidas de Trump sobre el acero y el aluminio. Una política de palo y zanahoria sin estrategia definida, en la que los socios internacionales oscilan entre la incredulidad y el agotamiento diplomático.
El rebote de las tecnológicas (Tesla +22,6 %, Nvidia +18,8 %, Apple +15,3 %) sugiere que el alivio arancelario ha dado oxígeno a los sectores más castigados. Pero no deja de ser un placebo. Porque la volatilidad que Trump provoca –y celebra– como éxito es, en realidad, una señal de inestabilidad.
El presidente dice que quiere justicia. Lo que ha conseguido, por ahora, es el caos y la incertidumbre.