Sí, has leído bien. Quizás esperases que fuese Noruega el primer país 100% eléctrico tras su anuncio de que en 2025 buscará que todas sus ventas sean de vehículos eléctricos, pero no, se le ha adelantado sorprendentemente un país africano de 126 millones de habitantes, Etiopía.
En un mundo, o más bien continente, el nuestro, que parece haberse puesto de acuerdo en poner fin a los vehículos térmicos en 2035, Etiopía nos ha sorprendido a todos convirtiéndose en el primer país del mundo en prohibir la importación de coches que no sean eléctricos -no tiene industria productiva-. Este movimiento es una respuesta a las urgentes dificultades económicas del país para evitar dependencias de combustibles fósiles. Sin embargo, la transición hacia una flota 100% eléctrica en Etiopía no está exenta de obstáculos.
Una decisión estratégica
A inicios de este año, el ministro de Transporte y Logística de Etiopía, Alemu Sime, anunció en un histórico discurso que los vehículos térmicos ya no serían bienvenidos en el país. Sime subrayó que la “prioridad absoluta” de Etiopía era electrificar su flota y apoyar esta transición mediante la construcción de infraestructura de carga. Pero detrás de la narrativa de sostenibilidad y modernización, se escondía una situación económica que ha empujado al gobierno a tomar decisiones urgentes: Etiopía se enfrenta a una severa crisis de divisas desde hace varios años, acentuada por la inflación, sequías devastadoras y conflictos internos.
La falta de fondos en moneda extranjera ha dificultado enormemente la importación de petróleo, poniendo al país en una situación crítica de abastecimiento energético. En este contexto, la decisión de prohibir los vehículos térmicos parece tener un doble objetivo: reducir la dependencia del petróleo importado y aprovechar al máximo el potencial de energías renovables, que ya suponen el 97% de la electricidad generada en Etiopía, gracias en gran parte a la construcción de una masiva central hidroeléctrica en el río Nilo.
Pero la urgencia y velocidad con las que Etiopía intenta realizar esta transición energética han planteado varios desafíos que aún no tienen una solución clara. Para empezar, el suministro eléctrico en el país es inestable, y la red de estaciones de carga para vehículos eléctricos apenas comienza a desarrollarse. En Addis Abeba, capital con cinco millones de habitantes, muchos residentes cuestionan la viabilidad de este cambio radical.
Dudas sobre los eléctricos en Etiopía
Los talleres de reparación son escasos y los mecánicos capacitados para trabajar en coches eléctricos se cuentan con los dedos de una mano. Yonas Tadelle, uno de los pocos técnicos en la ciudad, admite que está “desbordado” por la demanda, y que los clientes se tienen que enfrentar a precios altos y largas esperas debido a la falta de repuestos llegados en su gran mayoría de China, lo que obliga a que muchos vehículos eléctricos permanecen aparcados indefinidamente mientras sus propietarios esperan piezas de recambio. La situación ha llevado al gobierno a prometer inversiones para construir una fábrica de baterías en el país para reducir la dependencia de importaciones y fortalecer la autosuficiencia de su industria eléctrica.
No obstante, la transición hacia una Etiopía electrificada sigue planteando muchas dudas. Para algunos, la política del gobierno está llena de buenas intenciones, pero ha subestimado las dificultades de implementación. Samson Berhane, economista de Addis Abeba, se mantiene optimista y señala que “Etiopía tiene la capacidad de generar suficiente electricidad para alimentar hasta 500.000 vehículos eléctricos durante la próxima década”. Sin embargo, añade que “el desafío no está en la producción de electricidad, sino en la infraestructura que permita una adopción masiva de estos vehículos”.