Los volcanes suelen avisar antes de entrar en erupción. Eso es lo que le ha pasado a Nissan, que se encuentra ahora mismo en la fase previa a la erupción en una de sus fábricas en España. El conflicto abierto en Ávila demuestra que los tiempos y el entorno cambian mientras que las multinacionales siguen erre que erre con sus tics del pasado.
Anuncio a bombo y platillo
Hace tan solo cuatro años y medio, la dirección de Nissan presumía de su fábrica de camiones de Ávila como una de las más productivas y flexibles del grupo. El consejero director general de Nissan Motor Ibérica, Frank Torres, anunciaba con bombo y platillo, con la presencia de periodistas de Barcelona como yo y de Madrid, la adjudicación del nuevo modelo de camión NT500. Se presentó como la garantía de los casi 500 empleos de una factoría con una larga historia y que acababa de cerrar un acuerdo laboral muy correoso. Ahora, Frank Torres ha tenido que analizar el futuro de la fábrica de Ávila desde su nuevo puesto como responsable de programas, algo así como un experto en competitividad, de Nissan en Europa.
Con el argumento de que las ventas están por debajo de lo planificado y que hacen inviable la inversión necesaria para adaptar el motor a la nueva normativa medioambiental, el vicepresidente de operaciones industriales de Nissan en España, Alan Johnson, anunció el cese inmediato en la producción del nuevo camión. Las ventas de camiones de un peso medio crecieron en el 2016 un 11% en Europa, con 365.051 vehículos matriculados. Si Nissan vende menos, otras marcas sí aprovecharán el tirón del mercado.
Un conflicto de bandera
La decisión de Nissan de dejar de producir ese modelo de camión supone un final muy anticipado y muy caro para una inversión de 100 millones. Sin la producción de ese modelo, la planta de Ávila necesita planificar días de parada de la producción para evitar despidos por ahora aunque el futuro es muy incierto con la producción de un único modelo. Pero esta vez, Nissan ha encontrado una respuesta que quizá no había previsto. Además de la respuesta en bloque de la sociedad abulense y del Gobierno regional exigiendo la devolución de ayudas públicas, la reacción empieza a traspasar las fronteras y a convertirse en un conflicto de bandera frente a una multinacional, como otros que incluyen los de Coca-Cola o Panrico.
Las imágenes del líder de IU, Alberto Garzón, dirigiéndose a trabajadores de la planta con una valla de por medio por la negativa de la empresa a dejarlo entrar solo hace que poner todavía más el foco en el conflicto. En un contexto de crecimiento de la producción de vehículos en España, el conflicto de Nissan en Ávila se ha convertido en una mancha para el sector y un ejemplo de que el manual al uso de las multinacionales empieza a tener problemas de aplicación cuando se juega con las expectativas de trabajadores y familias.