Los planes con los que James Muir negoció su contrato como presidente de Seat se han torcido en los últimos meses. Su obsesión cuando tomó las riendas de la marca española consistía en el sobredimensionamiento de la fábrica de Martorell en relación con una ventas muy pobres, un problema que explicaba con la metáfora de una tortuga con un caparazón demasiado grande.
Después de tres años y medio al frente de Seat, el cuerpo y el caparazón de la tortuga siguen sin encajar. El cuerpo ha vuelto a adelgazar con un descenso de ventas del 8% en 2012 y unas perspectivas complicadas durante este año, con lo que sobra más caparazón y resulta más difícil cumplir con el calendario de mejora de los resultados.
En ese plan de negocio a cinco años, Muir se había comprometido a convertir 2013 en el año del punto de inflexión en el que se consiguiera una reducción drástica de las pérdidas abultadas de los años anteriores o incluso un beneficio simbólico. Pero la deriva del final de 2012, con un deterioro del negocio de Seat, ha encendido las alarmas en Wolfsburg. La metáfora de esa preocupación puede ser la advertencia que nos imaginamos que dio el hasta ahora paciente presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn: "James, no podemos esperar más con Seat. Tenéis que actuar".
Y efectivamente, Muir ha actuado con el manual al uso para estas situaciones: un plan de reducción de costes. En total, una reducción de 740 puestos de trabajo entre 340 empleados de oficina y 400 eventuales de ETT y supresión del tercer turno del modelo Ibiza. Aunque la empresa destaca que se trata de una medida coyuntural a la espera de que remonten las ventas, llama poderosamente la atención que, de entrada, haya anunciado 340 despidos de su propia plantilla de personal no ligado a producción.
Ese colectivo ha crecido en los últimos meses hasta llegar a unos 4.000 empleados en todo el grupo, una cifra que probablemente se ha considerado excesiva desde Alemania para una filial que en los últimos años sólo consume recursos del consorcio en lugar de contribuir al beneficio de los accionistas.
El Audi Q3, la tabla de salvación
No únicamente en forma de inyecciones de capital para seguir funcionando y cubrir los números rojos, sino también con la asignación de un modelo como el Audi Q3 sin el cual probablemente la fábrica de Martorell, que tiene una capacidad para fabricar unos 540.000 coches al año, estaría seriamente amenazada. De los 380.000 vehículos producidos en 2012, unos 100.000 corresponden al modelo de Audi.
Con este plan de reducción de costes y con el lanzamiento de una gama más amplia del nuevo León, James Muir espera reducir el desajuste entre el caparazón y el cuerpo de la tortuga.