En pleno boom inmobiliario, cuando el dinero fluía a espuertas, era extraño escuchar elogios a la vieja industria. Ahora, cuando los dirigentes políticos buscan una alternativa para salir de la crisis, la industria se ha convertido en la base de la pizza que queremos para el futuro. El problema es poner de acuerdo a los cocineros y al propietario del local en qué tipo de pizza queremos y con qué ingredientes.
Un ejemplo del boqueo de la pizza industrial es lo que está sucediendo en Cataluña. Se multiplican las iniciativas públicas, privadas y mixtas para impulsar planes de competitividad en el sector que llegan a solaparse y competir entre ellos. El último paso dado ha correspondido a la plataforma Más Industria (industria), formada por las patronales, los sindicatos, las universidades y los colegios profesionales.
Acaban de presentar el fruto de seis meses de trabajo de unas 100 personas con un alto conocimiento del sector condensado en 53 páginas distribuidas en las áreas temáticas de las comisiones de trabajo. Se trata de 138 propuestas a corto, medio y largo plazo que definen una hoja de ruta muy detallada para explotar las potencialidades anticrisis del sector productivo y esbozar su futuro.
Además del alto nivel y del desarrollo de las propuestas, el documento de la plataforma tiene la ventaja de que se trata de una hoja de ruta consensuada entre empresas, trabajadores, universidades y colegios profesionales. El problema es la llamativa ausencia de la administración en la plataforma Más Industria, que intenta abrir caminos por su cuenta o bajo su tutela.
Entre esos caminos se encuentra la reciente creación del Cluster de Automoción, aunque con un planteamiento parcial, en una de las comunidades autónomas que más vehículos y componentes fabrican en España y la inclusión de un bloque de competitividad en el nuevo Acuerdo Estratégico que se ha empezado a negociar con los agentes sociales.
Giro insuficiente de Artur Mas
En la presentación de sus propuestas, Más Industria insta a las instituciones de Gobierno a impulsar la industria con convicción y no solo de boquilla como ha sucedido a menudo. Hay que valorar, como hacen muchos altos cargos en la Generalitat, el giro aplicado por Artur Mas y el conseller Felip Puig en el departamento de Empresa i Ocupació, que ha pasado de tener una política industrial poco menos que errática e irritante para el sector a tender puentes y escuchar, aunque la conversación siempre acabe con la muletilla "no tenemos dinero".
Pero ahora se hace necesario mejorar la competitividad de la política de competitividad. Si el Gobierno quiere diseñar una hoja de ruta para la industria, ya dispone de la opinión consensuada de todos sus actores. Basta con tomar nota de sus demandas y ejecutarlas de forma diligente. A pesar de que algunas de las recomendaciones de la plataforma no le agraden por su contenido o porque en el grupo participan de forma activa exaltos cargos de los gobiernos socialistas como Joan Trullén y Maria Teresa Costa. El consenso forma parte de la buena política industrial que vuela alto. Como la buena pizza de los maestros.