Manuel Fraga intentó lavar la imagen de la España de los años 60 con el eslogan turístico Spain is Different. Ahora, medio siglo después ese viejo lema publicitario se puede aplicar a la reacción de la Administración española a las trampas que ha confesado Volkswagen. Mientras otros países como Alemania y Francia habían criticado duramente el engaño de Volkswagen y habían anunciado investigaciones a los pocos días, el Gobierno español estaba ausente. Y cuando decide actuar, la caga.
Parafraseando al máximo directivo de Volkswagen en Estados Unidos cuando dijo "la hemos cagado", el ministro de Industria y, por extensión, el presidente del Ejecutivo -que había hecho una visita electoral a Seat dos semanas antes- han hecho lo mismo. La primera respuesta de José Manuel Soria al dieselgate fue un comunicado en el que se anunciaba que había pedido información al grupo alemán. ¡Cuidado! Sólo después de que sus homólogos de Francia y Alemania pusieran en marcha investigaciones oficiales y después de que Martin Winterkorn fuera arrollado por la crisis, Soria subió el tono e hizo unas declaraciones en las que decía que Seat y el resto de marcas del grupo Volkswagen tendrían que retornar las ayudas recibidas por el plan Pive en los 683.626 vehículos con el motor trucado vendidos en España.
Craso error. En las oficinas de Volkswagen les debió venir la risa floja al ver estas declaraciones, aunque no a los sindicatos, que cayeron en la trampa de farol y advirtieron al ministerio de que no puede meterse con la multinacional sin que ello tenga consecuencias. Poco después, el equipo de Soria tuvo que asumir un nuevo desliz al admitir que no podrán exigir la devolución de las ayudas del Pive porque el plan tiene en cuenta las emisiones de CO2 y no de óxido de nitrógeno (NOX). ¿Algún técnico se leyó el decreto del Pive?
Este nuevo episodio del Spain is different también es un síntoma del problema de fondo del escándalo, la ineficiencia de la normativa de control de emisiones de los vehículos. Hasta ahora, la prioridad había sido frenar el efecto invernadero y por eso la fiscalidad de los coches se regía por el CO2. Desde hace unos años, la proliferación de problemas de salud en la población de las ciudades causados por el NOX ha puesto a los motores de gasóleo en la picota.
La misma reacción tardía y tibia o inacción total ha caracterizado a las autoridades en materia de consumo. En lugar de actuar de oficio ante el calado del problema, han callado mientras miles de propietarios de coches afectados se organizan en plataformas de usuarios para defender sus derechos en el proceso de eliminación de la trampa y reparación de los vehículos.