En todas las crisis nos acordamos de lo bueno que es disponer de un sector industrial amplio y extenso. Sus empleos suelen resistir mejor los embates de la economía y tienen mejor calidad que los del omnipresente sector servicios. En la encrucijada actual que vive la industria de automoción, el tejido productivo vuelve a reivindicarse incluso mientras suenan atractivos cantos de sirena para convertir naves industriales en almacenes logísticos y complejos de ocio y restauración.
Acabamos de ver el poder de persuasión que tienen las actividades del sector terciario en el caso de las ofertas convenientemente publicitadas en la fase final de la reindustrialización de las fábricas de Nissan de Barcelona. Tanto las ofertas del grupo australiano Goodman como la de CILSA prometen más inversión y muchos más empleos que la china Great Wall Motors, el proyecto industrial de más envergadura y que está seriamente amenazado.
Mozo vs. operario
Si el objetivo es meramente numérico con el fin de prometer más puestos de trabajo, las ofertas relacionadas con la logística ganan. Pero si rascamos un poco más, vemos que los empleos en empresas del tejido productivo están por encima de los logísticos. Un operario cobra 23.051 euros brutos anuales y tiene una jornada anual de 1.750 horas, según el convenio del metal de Barcelona. En cambio, un mozo de almacén percibe 20.742 euros al año y tiene una jornada anual superior a 1.800 horas, según lo acordado en el convenio colectivo de transporte y logística de la provincia de Barcelona.
Los trabajadores de Nissan aspiran a cobrar unos 27.600 euros al pedir un salario del convenio provincial del metal más un 20%, lo que supone asumir una pérdida en relación con las condiciones que tenían hasta ahora en el acuerdo de la multinacional japonesa. Por tanto, la distancia entre las condiciones laborales de la industria de automoción y la logística es importante, y eso sin contar con otros aspectos como permisos o el complemento por baja médica.
Incoherencia de las administraciones
Los miembros de la comisión de reindustrialización de Nissan asumieron, en las bases del proceso, que daban preferencia a los proyectos industriales por encima de los logísticos. Sin embargo, sorprende que las administraciones autonómica, central y municipal hayan dado su visto bueno, como miembros del consejo de administración del Puerto de Barcelona (presidido por el exconsejero de la Generalitat Damià Calvet y que tiene la mayoría en CILSA junto al grupo inversor Merlin), a una propuesta para transformar la fábrica de la Zona Franca en almacenes. Solo se entendería como movimiento táctico para presionar al grupo chino Great Wall para que acepte las condiciones que le han ofrecido para producir vehículos eléctricos en Barcelona.
Definitivamente es la hora de la industria y de la coherencia. Por eso, los miembros de la comisión de reindustrialización de Nissan harían bien en hacer caso de la recomendación que recibió Ulises en la Odisea de Homero: "Las sirenas les encantarán con sus frescas voces. Pasa sin detenerte después de taponar con blanda cera las orejas de tus compañeros, ¡qué ni uno solo las oiga!".