Industria Juan Carlos Payo (Mobilitas) Juan Carlos Payo

Presentación de Geely en el Salón de Shanghai / X GEELY

Presentación de Geely en el Salón de Shanghai / X GEELY

Cómo China gana guerras sin un disparo: lecciones de una estrategia milenaria

En plena guerra de aranceles con EEUU, el Salón de Shanghai muestra la estrategia de China de imponer su dominio mundial en el coche eléctrico

Juan Carlos Payo

23.04.2025 20:35h

3 min

China no improvisa. Mientras el mundo debate sobre aranceles y tensiones comerciales, Pekín viene desplegando desde hace tiempo sus tentáculos para realizar una jugada estratégica general que se puede ejemplificar con el coche eléctrico. En pleno Salón de Shanghai, la muestra automovilística en estos momentos más importante del mundo, recordamos una táctica creada en este país hace más de dos mil años: seducir, abastecer y dominar sin necesidad de conflicto directo.


Contesta el cuestionario del Barómetro de Auto Mobility Trends 2025 en este enlace


Cuando se observa el ascenso imparable de China como potencia global del coche eléctrico, es fácil caer en la tentación de atribuirlo solo a su músculo industrial o a su capacidad de inversión, o a un apoyo/apuesta gubernamental -en sus orígenes, hace casi 20 años era para evitar problemas internos de contaminación y dependencia del petróleo- . Pero bajo esta ofensiva tecnológica -no solo de electrificación sino también de conectividad- se esconde una lógica mucho más profunda, casi filosófica, que hunde sus raíces en la historia milenaria del país. Una vez más, como me decía un viejo profesor de Diseño, “lo nuevo es lo que desconocemos de lo viejo”.

Del conflicto a la estrategia

Cojamos la máquina del tiempo y retrocedamos casi 2.700 años en el tiempo. Corre el año 680 a. C., cuando Guan Zhong, primer ministro del Reino de Qi, pone fin a una guerra con su vecino Lu sin necesidad de empuñar las armas -acababan de vivir dos cruentas guerras sin resultado positivo final-. En lugar de insistir en la confrontación militar, adoptó una estrategia basada en la dependencia comercial apuntando al largo plazo. Acudió al reino de Lu y le propuso exportar trigo a precio preferencial desde su país, un bien esencial, a cambio de la lujosa seda de Lu, cuyo cultivo prohibió en su propio territorio. Sedujo al enemigo, lo abasteció, lo hizo dependiente… y cuando cortó el suministro, tres años después, ganó la guerra sin un solo muerto. El reino de Qi podía vivir sin la seda de Lu, pero Lu no podía vivir sin el trigo de Qi. Resultado: el reino de Lu se vio obligado a someterse al reino de Qi, ante los levantamientos de su pueblo hambriento. Esto no es una fábula, es una historia escrita por Sima Qian en el año 105 a. C.

Hoy, esa misma lógica parece guiar los pasos de China frente a Estados Unidos en el conflicto comercial que también afecta al sector del automóvil eléctrico. Mientras Washington impone aranceles y se embarca en una escalada verbal, Pekín ofrece acceso masivo a sus productos —desde baterías hasta vehículos completos— con una relación calidad-precio-tecnología imbatible. Un atractivo que, como en tiempos de Guan Zhong, resulta difícil de resistir.

EEUU depende de China

Estados Unidos importa de China más de 400.000 millones de dólares anuales en bienes, muchos de ellos esenciales para el día a día de sus ciudadanos -y si no que se lo pregunten a Walmart y su dependencia de productos made in China-. El gigante asiático, en cambio, depende poco del mercado estadounidense para su abastecimiento básico: puede reemplazar fácilmente su petróleo, gas o trigo por proveedores alternativos. Y mientras exporta tecnología, refuerza alianzas en África, América Latina o Asia, asegurando materias primas críticas para su industria eléctrica.

Detrás de esta estrategia no hay improvisación. Hay método. Hay historia. Y hay una lección: quien domina la cadena de valor, domina el tablero. Al igual que Guan Zhong ganó con inteligencia donde otros fracasaron con la fuerza, China está redefiniendo el mapa global del automóvil sin necesidad de tensar la cuerda militar. En la nueva movilidad, el poder ya no se mide en CV, sino en capacidad de influencia. Y ahí, Pekín juega con milenios de ventaja.

Hoy destacamos