Mientras las marcas automovilísticas inundaban el Salón de Ginebra con una oleada de nuevos coches eléctricos e híbridos, el Gobierno español presentaba su plan de apoyo al sector de automoción. “Son buenas intenciones pero falta concreción”, respondió el presidente de Anfac, José Vicente de los Mozos, al documento. La sensación es como cuando alguien te empuja a avanzar hacia un terreno desconocido y se queda detrás y se va alejando. Parafraseando el refranero, mucho predicador pero poco trigo para impulsar los nuevos coches.
Los fabricantes de automóviles están pisando el acelerador de la nueva movilidad eléctrica pero temen las consecuencias de la entrada en el nuevo mercado, especialmente sin el apoyo necesario. A medida que crece la presión de los gobiernos con la imposición de exigentes niveles de reducción de las emisiones de gases y con ultimátums al diésel y la gasolina, también aumenta la exigencia de la industria de que el esfuerzo sea compartido.
Más inversiones, menos beneficio
¿Tienen derecho a recibir ayudas el sector automovilístico en la transición hacia la movilidad sin emisiones? Esa pregunta puede tener varias respuestas más allá de un sí o un no. Pero, de la misma manera que a menudo se le culpa por ensuciar nuestro aire, también es cierto que si la respuesta a la necesidad de movilidad contribuye a mejorar nuestros pulmones se puede considerar un proceso beneficioso para toda la sociedad. Y todo ello más allá de la gran importancia industrial y económica de la automoción.
Es indudable que las multinacionales del automóvil están aumentando sus inversiones para desarrollar los nuevos vehículos con el consiguiente efecto en una merma en sus ya de por sí estrechos márgenes de beneficio en comparación con otras industrias. Ese mayor esfuerzo inversor se puede quedar en salvas de fogueo si los nuevos coches eléctricos e híbridos no tienen una infraestructura adecuada a la que enchufarse para recargar en condiciones adecuadas.
Por eso, la situación en España empieza a ser preocupante. En comparación con otros países vecinos, España tiene unos planes de apoyo al coche eléctrico y a la industria raquíticos. Esa tacañería que el plan del Gobierno del PSOE intentaba zanjar dependerá ahora de las elecciones generales y del consenso que se pueda alcanzar con la industria. Pero cada vez está más claro que quien empuja a las marcas tiene que acompañarlas al nuevo territorio de la movilidad sin emisiones.