La alianza de Renault y Nissan se estudia en las escuelas de negocio como un ejemplo de éxito contra pronóstico. En el momento de anunciarse que la marca francesa se hacía con el control de la japonesa para rescatarla de la quiebra pocos apostaban por el éxito de Carlos Ghosn en la difícil tarea encomendada. Pero, ante ese reto, su estilo de dirección personalista fue útil para conseguir que el Revival Plan se convirtiera en realidad.
En ese momento hacía falta un líder singular como lo fue Carlos Ghosn, que encontrara el punto de unión entre las culturas francesa y japonesa. Pero 20 años después, han cambiado muchas cosas. Tanto que Carlos Ghosn está en prisión y simboliza el fin de un estilo de gestión cercano a los divos de la lírica. Ahora, los directivos y empleados del grupo se sorprenden de que todo siga funcionando sin Ghosn gracias la maquinaria engrasada, aunque internamente se echa de menos la guía de un líder.
Separación de poderes
Poco después de que el consejo de administración de Renault anunciara el relevo de Carlos Ghosn, la dirección de Nissan daba su visto bueno a los cambios. Una de las claves ha sido la separación de poderes en dos figuras, la del presidente, con un papel más institucional y representativo, y la del consejero delegado, con tareas más ejecutivas en la gestión de la empresa. Se trata de una solución que contenta a Nissan porque satisface una de sus demandas, que era evitar la concentración de poder en un solo directivo para evitar otro 'Ghosngate'.
La generación de los divos de la automoción está en vías de extinción. Antes de Carlos Ghosn ya cedieron la batuta Martin Winterkorn en Volkswagen y Rupert Stadler en Audi, ambos envueltos en graves acusaciones por el 'dieselgate', Mark Fields en Ford y Sergio Maschionne por defunción en FCA. En Daimler ya ha anunciado se retirada Dieter Zetsche, otro peso pesado del sector que solía hacer pareja con Carlos Ghosn por los acuerdos de colaboración entre ambos grupos.
Incluso Elon Musk, el divo por excelencia, ha tenido que dar un paso atrás forzado por la Comisión de Valores de Estados Unidos y ceder la presidencia temporalmente a un gestor más gris que la estrella relumbrante del primer accionista de Tesla. Los sustitutos de todos esos directivos tienen un perfil diferente, menos personalista, más discreto. El tiempo dirá si van ganando el poso que tenían sus antecesores en el cargo, aunque parece difícil que los accionistas toleren una vuelta al divismo. Es el nuevo capítulo que se enseña ya en las escuelas de negocio.