Parece que algo se mueve en las complicadas aguas del mercado automovilístico español. Algunas olas han roto la marea baja que sufre, entre las que se encuentra la que generó el Salón del Automóvil de Barcelona. El discutido evento del sector que estuvo a punto de perecer víctima de la crisis y del desánimo de las marcas ha supuesto una inyección de unos 30 millones de euros a repartir entre los concesionarios, los fabricantes y Hacienda.
Las ventas de turismos y todoterrenos se dispararon un 22,31% en la provincia de Barcelona durante el pasado mayo, lo que significa un incremento de 1.683 vehículos, hasta un total de 9.227. A una media de unos 20.000 euros, da como resultado unos ingresos adicionales de 33,6 millones.
Es sólo una estimación económica del impacto del salón en el mercado automovilístico más próximo a la feria de Barcelona que el Gremio de Vendedores de Vehículos a Motor considera como una de las causas del fuerte incremento de las matriculaciones junto con las ayudas del plan Pive 2. El presidente del gremio, Miquel Donnay, habla de un "efecto dinamizador" evidente.
Ese impulso se puede alargar todavía en junio debido al desfase entre algunas decisiones de compra tomadas a raíz del salón y su materialización o bien entre la paga y señal y la entrega final del vehículo.
El efecto salón junto con un aumento de las compras por parte de clientes particulares del 14% son síntomas positivos aunque todavía tímidos y coyunturales. ¿Hay ganas de comprar?