La empresa de cohetes espaciales SpaceX, de Elon Musk, acaba de batir su récord de satélites puestos en órbita. El ritmo llega incluso a ser de lanzamientos casi en días consecutivos. Pero la buena racha que tenía SpaceX con misiones exitosas se rompió esta semana con un aterrizaje accidentado. El cohete Falcon 9 erró el rumbo y cayó en el océano en lugar de una plataforma prevista.
Este amerizaje imprevisto fue lo más parecido a un fallo en el sistema de conducción autónoma 'Autopilot' de un coche de Tesla, la marca de turismos eléctricos de Elon Musk. En esta ocasión, el 'Autopilot' del vehículo espacial respondió de forma imprevista al desviar la trayectoria de descenso del cohete reutilizables, que acabó cayendo en el agua.
En los vídeos difundidos por SpaceX y por Elon Musk se puede ver que el cohete baja a toda velocidad completamente desestabilizado y girando sobre sí mismo con el océano acercándose peligrosamente. Los propulsores del Falcon 9 se conectan y llevan a cabo varias igniciones para intentar estabilizar la trayectoria y corregir el rumbo consiguiendo un éxito a medias.
Aunque acaba cayendo en el agua, lo hace de forma suave gracias a los sistemas de seguridad que incorporla el 'Autopilot' del cohete, según destacó Elon Musk y los responsables de la misión de SpaceX. Por tanto, confían en que el Falcon 9 no haya sufrido daños y que cumpla su función de poder ser reutilizable.
Las investigaciones preliminares han dado como resultado la identificación de la avería. El fallo se debió a un error en el funcionamiento del sistema hidráulico para desplegar unas rejillas que actúan de estabilizadores y que el 'software' de navegación del cohete no fue capaz de corregir.