Las contradicciones de Donald Trump afectan a muchos aspectos del discurso con el que ha ganado las elecciones en Estados Unidos. Su defensa del proteccionismo de la industria estadounidense choca con la realidad en el garaje de su mansión. Junto a algunos automóviles norteamericanos de Cadillac y Chevrolet, abundan los modelos deportivos y de lujo de marcas británicas, italianas y alemanas.
Durante la campaña, el nuevo presidente de EEUU se ha movió a bordo de una flota de Chevrolet Escalade, un icono de los vehículos oficiales del servicio secreto, el FBI o la CIA. Pero cuando el candidato llegaba a su domicilio, podía contemplar sus joyas, que incluyen un Lamborghini Diablo, un Mercedes SLR McLaren y un Rolls Royce Phantom.
Coleccionista en Top Gear
En un programa de la versión norteamericana de Top Gear de la temporada 2011-2012, Trump se interpreta a sí mismo como un aficionado a los coches de lujo a quien le explican las bondades de un Porsche, un Bentley y un Lamborghini. Después de preguntar por sus prestaciones de velocidad, habitabilidad o maletero, Trump escoge el Bentley. Es otro ejemplo de su apego por los vehículos de importación a los que ahora quiere cortar el paso con un arancel al estilo de China.