El aeropuerto de Barcelona presume de tener una oferta de transporte público que permite llegar o salir "de forma rápida. cómoda y segura". Permítanme que discrepe. Llegar o salir del aeropuerto se puede convertir en un suplicio por la mala planificación de la red de medios de transporte, que es propia de alguien que no se mueve habitualmente en transporte público y fruto de disputas entre administraciones de color político diferente. Un problemilla de esos que no han aparecido en la campaña de las elecciones.
Solo así se pueden explicar las incongruencias existentes entre la oferta de transporte publico en las dos terminales del aeropuerto del Prat. Mal diseño, mala planificación de tarifas y sensación de caos en muchos casos. Cuando la Generalitat inauguró el enlace de la línea 9 del metro con el aeropuerto, parecía que el transporte público en esas instalaciones era inmejorable. Realmente es así si vienes o te diriges a la zona universitaria de Barcelona o a la Zona Franca, que es el trazado del metro que conecta con el aeropuerto.
Una visita, que recomiendo a cualquier dirigente político, a las estaciones anexas del metro y el tren de Cercanías en la Terminal 2 del Prat resulta bastante esclarecedora de lo que ocurre. La estación del tren, con una fecuencia de paso de media hora, está abarrotada de viajeros, mientras que el metro sigue casi desértico, con un puñado de personas. "Yo también voy en el tren porque voy al centro de Barcelona", dice una empleada del metro.
Terminal 1 mal comunicada
Los problemas no acaban ahí, en una línea de metro mal planificada sin un enlace directo a la red nuclear del suburbano, un papel que desempeña el tren aunque con una frecuencia desesperante. La Terminal 1, la flamante terminal del Prat, resulta que está peor comunicada que la antigua porque solo dispone del metro hacia los barrios periféricos y de la zona alta de Barcelona y el bus especial, ambos con un precio extraordinario.
En ese rompecabezas mal diseñado existe la alternativa de desplazarse, en busca del tren, de la Terminal 1 a la 2 en el bus gratuito (muy bien) que hace de lanzadera permanente. Pero, ese papel lo podría hacer perfectamente la línea 9 del metro si permitiera ir de una terminal a otra de forma gratuita, un servicio que ya tienen los aeropuertos avanzados. Puede provocar un sobrecoste en el servicio, pero al mismo tiempo nos ahorraríamos el coste de los autobuses que están todo el día circulando entre terminales y contaminando.
La mala planificación también se puede apreciar en las tarifas. Mientras que el tren está plenamente integrado en el sistema tarifario de la zona 1 de Barcelona, el nuevo metro cobra una tarifa especial de 4,60 euros de un solo trayecto al que luego habrá que sumar el precio de un viaje del bono de transporte que tengamos para seguir viajando hacia el centro de la ciudad o hacia otro municipio más allá del Besòs.