El Parque de Monfragüe está situado en la provincia de Cáceres, entre las localidades de Navalmoral de la Mata, Plasencia y Trujillo. No es muy extenso, cubre unas 18.000 hectáreas atravesadas por los ríos Tajo y Tiétar y entre las sierras de Miravete y Mirabel. Pese a sus pequeñas dimensiones, este territorio extremeño es una joya admirada en todo el mundo. Es Parque Nacional desde 2007, Reserva de la Biosfera desde 2003, uno de los espacios salvajes mejor conservados de Europa y uno de los de mayor interés ornitológico de España. Este lugar da cobijo a una impresionante población de cigüeñas negras, alimoches, águilas imperiales, búhos reales o buitres, que lo han convertido en lugar de peregrinación para los ornitólogos de todo el mundo desde hace décadas. De hecho, fueron ellos los primeros turistas que llegaron hasta Monfragüe.
Pero además esta joya de la naturaleza esconde un interesante secreto para los amantes del motor. Está atravesada por una de las carreteras más bonitas, revirada y divertidas de conducir de España, la EX-208, que también recorre zonas de exuberante vegetación, roquedales, embalses y arroyos. Imprescindible para los amantes de la conducción, es perfecta para hacerla al manillar de una motocicleta o al volante de un coche, por ejemplo, un campero pequeño y con esencia deportiva como un Volvo XC40, un Audi Q3 o un BMW X1 o un Mercedes GLA. Pero también con un estimulante descapotable clásico como un Porsche 911 o un Ford Mustang.
Este año y hasta el final el estado de alarma sólo lo han podido disfrutar en las últimas semanas los habitantes de la provincia de Cáceres, pero queda muy poco para que se acaben las restricciones y cuando llegue ese momento es una cita imprescindible. Y más aún este año en el que las abundantes lluvias de primavera han alimentado los ríos y las cascadas y los han hecho aún más protagonistas del entorno.
El Parque de Monfragüe está surcado por caminos más o menos largos y perfectamente señalizados, que permiten hacer excursiones a pie o en bicicleta. Pero lo que a nosotros nos interesa es trazar las curvas de la EX-208, que atraviesa el parque de norte a sur. Esta es la carretera más importante, aunque tiene una desviación hacia el este que enlaza con la autovía EX-A1, entre Navalmoral de la Mata y Plasencia, que arranca por el este en la A-5, la autovía que conecta Madrid con Lisboa bordeando Trujillo y Cáceres.
Territorio de aventura
Os propongo hacer esta ruta de sur a norte, saliendo desde Trujillo, una espectacular ubicación. Trujillo es un buen punto de partida no sólo por la belleza de los palacios decadentes o la impresionante plaza, también es territorio cinematográfico. La localidad está coronada por un imponente castillo que sirvió para recrear la casa de los Lannister en la séptima temporada de ‘Juego de Tronos’, y tiene una excelente y variada oferta de alojamientos. El Parador de Turismo está construido sobre un antiguo convento, el Palacio Santa Marta hace honor a su nombre y se encuentra al lado de la imponente plaza mayor y el Hotel Izán cuenta con un precioso patio cubierto del siglo XVI. Y son sólo algunas propuestas.
Tras un buen desayuno con productos de la tierra, sobre todo jamón y queso, nos ponemos en carretera. Al alejarnos de Trujillo hacia el norte por la EX-208, en dirección a Torrejón el Rubio, el castillo nos despide con una impresionante imagen. Desde esta perspectiva no hay ni postes ni ningún elemento moderno que distorsiones una impactante imagen que te hace sentir la aventura.
Nada más salir de Trujillo atraviesa una sucesión de huertas delimitadas con los típicos muretes de piedras superpuestas, tradicionales en esta región. También hay algunas vacas pastando y, un poco más allá, grandes berrocales, las piedras que conforman el paisaje en esta zona. Este tipo de piedras tienen su mejor exponente en Los Barruecos de Malpartida de Cáceres, un lugar que fue también el escenario de una de las batallas más épicas de Juegos de Tronos.
Tras pasar por debajo de la autovía A-5, la que ya he mencionado, que enlaza Madrid con Lisboa, el paisaje se va transformando en dehesas infinitas, con algunas encinas dispersas, pobladas por cerdos, corderos, vacas y grullas en los humedales. Recorreremos unos 40 kilómetros de carretera hasta Torrejón el Rubio, puerta del Parque de Monfragüe. Hasta ahora la carretera es básicamente una recta, sólo con los cambios de rasante que marca la orografía. Buen momento para disfrutar del paisaje.
La ruta cruza la localidad de Aldea del Obispo y los ríos Tozo y Almonte. El puente que salva este último tiene seis ojos centrales lo que confirma que aquí las cosas pueden cambiar en poco tiempo, entre riachuelo y un buen río. A partir de este punto, la carretera empieza a ascender, avisándonos de que nos acercamos al parque. A la derecha, las estribaciones de la Sierra de Gredos flanquean la carretera.
Atravesamos Torrejón el Rubio, que cuenta con una gran oferta de casas rurales y restaurantes. Aquí también llega la EX-390, la carretera que enlaza con Cáceres, la capital provincial, que está a unos 50 kilómetros.
Sólo siete kilómetros después de Torrejón el Rubio, empieza ‘oficialmente’ el Parque Natural. Se percibe enseguida porque los quitamiedos de metal están ahora pintados imitando madera. Ojo los motoristas: no se han hecho cambios, y los pies que los sujetan siguen siendo una trampa mortal en caso de caídas.
La carretera va ascendiendo y descendiendo con curvas enlazadas a derecha e izquierda, algunas de 180 grados, un giro completo para escalar a un nivel superior. El firme es muy bueno, pero la carretera es estrecha y sin arcenes, salvo en algunas curvas cerradas en la que se una creado un pequeño arcén de piedras con el objetivo de preservar el entorno.
Durante los cerca de 20 kilómetros que el camino discurre por el interior del Parque Natural, la velocidad está limitada a 60 km/h, y está prohibido usar el claxon para no molestar a los animales. La vegetación es espesa y muy variada. Se pueden ver sauces en las zonas más próximas a los riachuelos, pero también encinas, acebuches, arces, fresnos, enebros, alcornoques y matorrales que configuran uno de los bosques mediterráneos mejor conservados. Aseguran que así era la naturaleza en la Península Ibérica en la Edad Media.
De castillo a castillo
A unos 60 kilómetros de Trujillo aparece el castillo de Monfragüe. Está perfectamente indicado y al pie de carretera hay un aparcamiento. En temporada alta no se puede subir en coche hasta las ruinas, donde sólo hay sitio para cuatro o cinco vehículos. En esos meses la última parte del ascenso se hace en un pequeño autobús aunque también se puede subir a pie, por supuesto, pero la pendiente es dura.
La antigua fortaleza, de origen romano, conserva dos torres reconstruidas, una de planta pentagonal. Un buen tramo de escaleras nos permite acceder hasta la parte superior y, desde luego, el panorama merece la pena. Cuando los árabes hicieron la primera construcción buscaron el punto más elevado del parque con unas perfectas vistas de todo el entorno.
Nunca la expresión "a vista de pájaro" fue tan real, porque desde este punto podemos ver, un poco más abajo o a nuestra altura, los vuelos de las águilas sobre los embalses y como se dirigen a las rocas próximas, donde parece que tienen los nidos. Muy cerca del castillo hay unas pinturas rupestres y una ermita a los que se puede llegar a pie por caminos señalizados.
La leyenda dice que una princesa árabe vaga eternamente entre estas ruinas por un amor desgraciado con un cristiano. No sé si hay fantasmas, no los he visto, pero cuando cae la noche lo que sí te puede encontrar es un ciervo o un jabalí paseando tranquilamente o sentado sobre el asfalto, por lo que conviene ir con cuidado en cuanto cae el sol.
Un gitano en la peña
Muy pocos kilómetros más adelante, a la izquierda, hay una zona de aparcamiento en batería. En este tramo la carretera es estrecha, va encajonada entre altísimos roquedales cortados a pico sobre el agua que parecen gigantescos rascacielos, así que este es el mejor lugar para aparcar el coche y poder hacer un paseo panorámico sobre el río Tajo.
Este lugar se conoce como el Salto del Gitano, aunque su verdadero nombre es Peña Falcón, un enclave perfecto para ver buitres, alimoches, águilas y otras aves que han hecho sus nidos en los acantilados de los ‘rascacielos’. El nombre, tan poco políticamente correcto en el momento actual, le viene porque una roca parece el tricornio de un guardia civil (cada uno que piense lo que quiera).
Al final de este mirador hay una zona arbolada con mesas, al lado de la denominada Fuente del Francés, que supone un gran alivio en los tórridos meses de verano. Desde aquí parte también un camino que permite llegar hasta el castillo, en una caminata de unos 45 minutos cuesta arriba.
La carretera sigue atravesando el Tajo y continúa paralela al río en una zona donde ya es más caudaloso porque el Tiétar le ha volcado ya su agua. A la derecha está el puente del Cardenal, de origen medieval, que pasa gran parte del año sumergido bajo las aguas. Lo dejamos atrás junto con los grandes nidos de cigüeñas, mientras el camino sigue desplegándose hasta Plasencia donde termino esta propuesta de excursión. El regreso a Trujillo podemos hacerlo por la autovía o si nos gustó mucho la carretera, probarla en dirección contraria. Tampoco defrauda.