Los 1.100 despidos anunciados por Ford en España tienen más calado de lo que puede parecer a simple vista. Por supuesto, para la fábrica de Almussafes serán un golpe duro, pero el ERE que se ha empezado a negociar es también un síntoma de la cara más amarga de la ansiada electrificación de la industria de automoción y, al mismo tiempo, de las descarnadas diferencias entre el marco existente en Europa y el de EEUU.
El recorte de empleo de Ford no ha pillado desprevenido a nadie, aunque sí ha sorprendido con una cifra más abultada de lo que se esperaba. Ford ya avisó que la elección de la planta de Valencia para producir los futuros modelos eléctricos iría acompañada de sacrificios en forma de una reducción de los costes laborales y de la plantilla. El consuelo es que la fábrica de Saarlouis puede salir peor parada, aunque dependerá de los planes del comprador, para el que se perfila el grupo chino BYD.
Sacudida laboral
El tablero de la automoción está sufriendo una fuerte sacudida en muchos aspectos, incluida la vertiente laboral. Los movimientos de los fabricantes confirman las previsiones que apuntaban a una disminución del empleo a corto plazo como primera consecuencia de la transición ecológica tan necesaria para preservar el clima de nuestro planeta. El contexto postpandemia, con un mercado encogido pero más rentable para los fabricantes, tampoco ayuda. Además, los perfiles profesionales que necesitará la industria están cambiando también, especialmente cuando algunos grandes grupos automovilísticos están entrando a fabricar baterías y a desarrollar software.
La ministra de Industria, Reyes Maroto, avisaba a Ford de que si quiera recibir ayudas del PERTE 2 tiene que comprometerse a mantener la plantilla. Pero el resto de fabricantes también recortan sus plantilla en mayor o menor medida, como Seat con un plan de prejubilaciones o Stellantis con un goteo de salidas.
La industria necesita mercado
En este escenario, cobra sentido la advertencia de los fabricantes expresada con claridad por Wayne Griffiths, presidente de Anfac y de Seat, al avisar de que la industria necesita un mercado potente para los nuevos vehículos eléctricos. "Para qué vamos a producir coches eléctricos si no los vamos a vender", ha advertido Griffiths en varias cocasiones.
Mientras la Unión Europea ponía en marcha sus planes de ayuda e impulso a la economía tras la pandemia, enfocados a la transición ecológica y la digitalización, entre otros objetivos, Estados Unidos ha nos ha desbordado con un programa de subvenciones mucho más ambicioso que deja en evidencia nuestros PERTE. De ahí que Ford esté en plena expansión en Estados Unidos con su plan de electrificación que compagina con el recorte en Europa.
Deslocalizaciones
Y de ahí también que Volkswagen haya anunciado, a modo de aviso con tintes de amenaza, que le sale mejor construir una de sus plantas de baterías en EEUU que en Europa del Este. La lluvia de millones prometida por el plan de Joe Biden no tiene parangón con las ayudas europeas. Seguro que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, trasladó al presidente estadounidense la inquietud europea por el desequilibrio que provoca su política nacionalista de apoyo a la movilidad eléctrica.
"Para nosotros, en ambos lados del Atlántico, es importante saber qué tipos de incentivos se están dando a la industria de las energías limpias para asegurarnos de que estamos uniendo fuerzas", aseguró Von der Leyen. De momento, lejos de unir está separando y amenaza con provocar deslocalizaciones de inversiones.
Quizá es hora de que la UE deje atrás sus cautelas y apueste de verdad por liderar el cambio en la movilidad. En un sector como el automóvil, de los más globalizados, la comparación y la competencia entre territorios es fácil y deja a todo el mundo al descubierto con sus fortalezas y debilidades.