Cuando Félix María de Samaniego escribió la fábula de 'La Lechera', hacia final del siglo XVIII, no había automóviles, solo carros tirados por caballos. Sin embargo, el autor va camino de convertirse en un visionario de lo que puede ocurrir en el siglo XXI con la industria de automoción si alguien no tiene en cuenta las enseñanzas de la moraleja de La Lechera.
La dulce y hacendosa hija (en nuestro caso, la Unión Europea) que vivía en una granja (Bruselas) construía castillos en el viento (la movilidad en 2050) mientras iba de camino al mercado (la nueva normativa de descarbonización) a vender la leche que habían conseguido ordeñando a las vacas de su granja (sector de automoción). Pero cuidado. Félix María de Samaniego utilizó esta trama para plasmar en esta fábula la crítica a una excesiva ambición como comportamiento humano rechazable para la moral de la época.
"¡Oh loca fantasía!
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza".
Efectivamente, el cantarillo del que partimos es la escasa y testimonial penetración en el mercado de algunos vehículos llamados a ser los salvadores en un futuro no muy lejano, en tan solo 32 años con una primera meta dentro de 22 años. Los expertos del grupo de alto nivel en el que se basa la descarbonización en la UE han diseñado una hoja de ruta en la que los coches de hidrógeno tendrán una cuota de mercado del 32%, por encima de los eléctricos, con un 28%. Volvamos al cantarillo: Hyundai presumía hace unas semanas de que había matriculado el primer coche de hidrógeno en España, su modelo Hyundai Nexo, que se vende a un precio de 69.000 euros.
Si la estrategia para suprimir las emisiones de CO2 del transporte es un objetivo, un desideratum, es correcta, Pero si se trata de hacer un ejercicio de realismo es mucho más dudoso ya que es muy probable que haya entrado en el terreno de los palacios en el aire de los que hablaba Félix María de Samaniego. Desde el punto de vista teórico, la tecnología de la pila de combustible del hidrógeno tiene toda la lógica porque la experiencia de uso para el conductor es muy similar a la que tiene ahora con un coche diésel o de gasolina. Doy fé, gracias a una prueba con Mercedes en Alemania, de que la recarga del depósito de hidrógeno se hace en unos minutos con total seguridad y comodidad. Es decir, que no hay que esperar 15 minutos o media hora a que se recarguen las baterías de un coche eléctrico.
El presente y el futuro
Pero si la infraestructura de carga de coches eléctricos está muy por debajo de la necesidad para que las ventas de estos coches despeguen, la red de hidrogeneras es casi inexistente en países como España. Además, una proliferación equivalente al 32% de las ventas de coches pila de combustible conllevaría la obligación de construir estaciones de compresión y bombeo del hidrógeno que también tienen un elevado consumo energético.
El problema que tenía la lechera, y por extensión la estrategia de la UE, es que no tiene en cuenta el estado real del mercado y qué posibilidades hay de que pueda satisfacer los objetivos que se había marcado. Y por último, la lechera se distrajo pensando en el futuro y tropezó tirando por los suelos su esperanza. No hay más que ver cómo está de cargado el mapa de los ajustes en el sector del automóvil que hemos puesto en marcha en la web Coche Global para darse cuenta de la importancia que tiene el presente cuando diseñas una estrategia de futuro. Acabo este artículo con los últimos versos de Félix María de Samaniego a modo de reflexión:
"No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro".