En un futuro próximo, es muy probable que recibamos un aviso en nuestro teléfono móvil de una multa por cometer una infracción mientras conducíamos justo un momento antes. Eso será posible porque los conductores llevan, ya en estos momentos, un chivato en el coche que abre la puerta a la invasión de la intimidad y a que entremos en algo así como el Gran Hermano de Gerorge Orwell actualizado en la versión de 2020.

En un futuro muy próximo, no habrá radares en las carreteras o las calles de las ciudades porque sencllamente ya no serán necesarios. El 'big data', las tecnologías de las telecomunicaciones y nuestra propia dejadez son el caldo de cultivo para que nos sometamos a un control implacable gracias a nuestros 'smartphones'. 

El INE nos rastrea

Los ejemplos del seguimiento al que ya estamos sometidos y del potencial que tiene que seamos personas conectadas de forma permanente son muy numerosos, cada vez más. En estos momentos, la información de los movimientos de nuestros teléfonos móviles se está recopilando para un estudio de movilidad del INE, que jura y perjura que "no va a disponer en ningún momento de información individual de ningún tipo". 

Aunque debe de ser verdad que el INE no tendrá el detalle de nuestors desplazamientos, está claro que las operadoras de telefonía sí conocen dónde estamos en cada momento y que esa información es puesta a disposición de las autoridades cuando existe una sospecha de que se está cometiendo un delito. 

El Servei Català de Trànsit también recopila los datos de los móviles de los conductores, aunque asegura que no tienen datos personales, sino solo agregados para conocer la movilidad en las carreteras, con retenciones y excesos de velocidad recurrentes.

No solo los móviles pueden servir como espías de nuestros movimientos, sino también cualquier dispositivo conectado como un navegador. Tom Tom recopila esos datos para elaborar sus estudios de los atascos en las ciudades y para rastrear el tráfico en tiempo real. 

Hackeo de Google Maps

El debate sobre el control y el uso que se da alos datos de los coches conectados es relevante, pero ha sido desbordado ya por la realidad. Como en muchos otros aspectos de la tecnología, la conectividad tiene elementos positivos pero también negativos. Algunas compañías aseguradoras tientan a los conductores con la posibilidad de instalar una caja negra qe registre sus movimientos a cambio de pagar un poco menos por la póliza. 

Cuando utilizamos la app Waze y nos informa de que estamos a punto de entrar en un atasco, valoramos la utilidad de esa información. Pero para que nos llegue el aviso, Google ha recopilado los datos procedentes de los móviles gracias al permiso que le hemos dado al marcar la casilla del consentimiento para no tener que leer las condiciones del servicio. 

Pero la tecnología tiene también lagunas que dan pie a fallos o a demostraciones de hackeos caseros, como el perpetrado por Simon Weckert, un artista berlinés que provocó un atasco en Google Maps transportando varios móviles en un carrito por una calle desierta.