El corazón de Barcelona ha vivido un acontecimiento histórico: coches de Fórmula 1 corriendo por el paseo de Gràcia seguidos por decenas de miles de fans que colapsaron la zona. Nunca antes los vecinos, los turistas y los visitantes de la capital catalana habían vivido algo parecido ya que incluso hasta 1975 la carrera discurría alejada, en el circuito en la montaña de Montjuïc.
Unas 38.000 personas siguieron apiñadas en las vallas la exhibición de cuatro pilotos de Red Bull, Campos Racing, Alpine y Ferrari. Como suele suceder con las grandes concentraciones, es difícil alcanzar un consenso sobre la cifra de asistentes porque la impresión es que había mucha más gente tal como se podía ver en el metro y las calles de acceso al circuito del Road Show totalmente embotelladas.
400 personas en contra de la F1
A unas cuantas esquinas, unas 400 personas respondieron a la convocatoria de varias entidades vecinales y ecologistas para manifestarse en contra de la celebración de la exhibición en el centro de Barcelona. Sui lema era 'Prou Fórmula Fum (Basta Fórmula Humo)", acompañado de "la ciudad no está en venta. Además criticaron directamente al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y a su partido, el PSC.
Posiblemente para las 38.000 personas partidarias de la F1, o las que realmente fueron a la cita, la demostración les supo a poco porque fue como una tapa de alrededor de una hora. Tras una vueltas de reconocimiento y lucimiento de Pedro de la Rosa en un Aston Martin y Carlos Sainz y Marc Gené a bordo de un Ferrari de calle, llegó la hora de la verdad. Desde la plaza Catalunya salieron los monoplazas de los pilotos catalanes Mari Boya (F3) y Pepe Martí (F2).
Tras ellos llegó el turno del espectacular monoplaza de temporadas anteriores con motor V8 de Alpine pilotado por Jack Doohan (probador del equipo del grupo Renault), el que subió más los decibelios y arrancó aplausos de los espectadores que pugnaban por tener algo de visibilidad por encima de las vallas encaramándose algunos a cualquier elemento del mobiliario urbano o los árboles.
Barcelona da a la F1 lo que quería
El plato fuerte fue Carlos Sainz, el único piloto titular de F1 que acudió ante la ausencia del esperado Fernando Alonso, por el que preguntaban muchos de los asistentes. Tampoco defraudó el piloto madrileño, que dijo sentirse como en casa en Barcelona y que descubrió su faceta como ídolo de adolescentes que gritaban como si fuera un cantante de impacto cuando se subió al escenario del Fan Festival de la F1 en la plaza Catalunya.
Si a algunos de esos fans les da por asistir al GP de España en el Circuit de Barcelona-Catalunya lo tendrá prácticamente imposible puesto que se ha colgado el cartel de entradas agotadas, algo que hacía muchos años que no se producía. Solo quedan unas pocas entradas para presenciar los entrenamientos del viernes y la clasificación del sábado.
Aunque el CEO de la Fórmula 1, Stefano Domenicali, no dijo nada sobre la prórroga del contrato de la F1 en Barcelona, que supondría el doblete de España junto al nuevo GP de Madrid a partir de 2026, también saludó a los fans muy sonriente. Pudo ver, después de muchos años, el espectáculo que pide la empresa de la F1 a las ciudades que albergan carreras. En la grada VIP, era evidente la satisfacción del 'conseller' de Empresa en funciones, Roger Torrent, y de altos cargos de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona.
Las farolas modernistas y los monumentos emblemáticos como la Casa Batlló, la Casa Amatller y todas las tiendas de lujo del paseo de Gràcia fueron testigos del acontecimiento histórico de la F1 en Barcelona, que pugna por convencer a Domenicale para mantener la competición. Ahora tiene más argumentos.