El año 2020, el Renault Clio cumplía su 30 aniversario con el lanzamiento de una nueva generación, la quinta, que supuso una revolución en términos de confort, innovación y tecnología. Fue el primer modelo de la alianza Renault Nissan en estrenar la plataforma CMF-B, preparada para vehículos de diferentes tipos de tecnologías de propulsión, que reduce el peso, lo que supone menos consumo y emisiones, tiene más espacio interior, máxima conectividad y una insonorización excelente.

La nueva plataforma, inspirada por los avances de la F1 y que ha supuesto 150 patentes, permitió esculpir una carrocería más compacta, incluso ganando espacio interior. El Clio mide sólo 4,05 metros de largo, ligeramente menos que su antecesor, 1,79 de ancho y 1,44 de alto, pero la sensación dentro del habitáculo es de amplitud y comodidad, como estar en un modelo de superior categoría. Hay más espacio para las piernas gracias a un nuevo diseño de asientos que también son más mullidos, cómodos y con mejor sujeción lateral. Incluso después de haber conducido durante 1.000 km no tienes la necesidad imperiosa de levantarte corriendo del asiento. A esto sumamos cinco puertas (las traseras tan bien disimuladas que siempre hay alguien que quiere entrar por delante), una moderna pantalla ante el conductor y otra enorme y vertical en la consola central, desde la que se maneja el navegador, audio, teléfono y la climatización que es fácil de usar y de ver. Renault aseguró en su lanzamiento de este modelo que con sus 272 cm2 era la pantalla más grande del mercado.

Primer Clio hibrido

Este nuevo Clio es además el primero que tiene con una versión híbrida, en este caso autorrecargable, que Renault llama E-Tech. Es un sistema de propulsión que reduce el consumo y las emisiones al disponer de una batería que se recarga con las frenadas y en las fases de deceleración. El motor eléctrico principal funciona como generador recuperando energía cinética para transformarla en energía eléctrica y acumulándola en la pequeña batería de 1,2 kWh que está situada debajo de la rueda de repuesto sin penalizar el espacio del maletero. El sistema está formado por dos motores eléctricos, uno exclusivamente para el arranque, y otro para apoyar al térmico de gasolina de 1,6 litros e inyección directa con una potencia de 140 caballos. 

El sistema evita tener que enchufar el vehículo a la red eléctrica, no hay que transportar cables ni buscar postes de recarga, pero la autonomía en modo 100% eléctrico es menor, unos pocos km y siempre que circulamos a menos de 70 km/h. Renault asegura que se podría ir sólo con propulsión eléctrica el 80% del tiempo que nos movemos por ciudad, pero seguramente tendremos que circular muy despacio, sin otro gasto de energía como aire acondicionado. En cualquier caso, tiene la etiqueta Eco de la DGT.

Esta es la versión que probé este verano en un viaje de más de 500 km desde el sur de Galicia, en Baiona, al lado de cabo Silleiro que vigila la entrada de la ría de Vigo mirando al Atlántico. El objetivo es llegar hasta el sur de Lisboa, al cabo Espichel, en la de la ‘nariz’ de Portugal, y el punto más meridional de la desembocadura del Tajo con unos espectaculares acantilados sobre el Atlántico, cruzando tres ríos históricos: Miño, Duero y Tajo. No conseguí superar los dos km en modo 100% eléctrico, pero si logré una buena reducción del consumo. Fueron 500 km atravesando tres ríos y sin repostar.

Si en ciudad el nuevo Clio se caracteriza por su estupenda maniobrabilidad, apoyada por los sistemas de ayuda a la conducción (incluso cámara 360º en la versión que probé), en carretera destaca su estabilidad y la buena insonorización del habitáculo. Aunque voy a intentar exprimir al máximo el sistema híbrido de propulsión opto por hacer el recorrido por autopistas y autovías que es cómo solemos viajar, más seguras y al final con un menor consumo si controlamos la velocidad. En Portugal hay que tener en cuenta los peajes ya que la mayor parte de la red de carreteras es de pago. Los de las autopistas, que son las que utilicé, son convencionales, con vallas y pago con tarjeta o monedas, los del resto de autovías o carreteras tienen un control por cámaras y hay que tener telepago o dar de alta el coche con una tarjeta de crédito, lo que sólo se puede hacer en algunas áreas de servicio.

La primera parte del viaje, aun en Galicia también incluye peajes, los de la AG 57 y AP 9, poco más de tres euros para recorrer 40 km hasta el puente internacional sobre el río Miño, frontera natural entre Tui y Valença, casi en su desembocadura en el mar y por lo tanto con bastante caudal. A la izquierda se ve el viejo puente de hierro del siglo XIX, que fue el único que conectaba en esta zona los dos países hasta 1995, cuando se construyó la autopista y el puente por el que cruza en 2021 el Clio. Una frontera en la que ahora no hay ningún control. Durante la pandemia Portugal cerró el puente de hierro y sólo podían cruzar por este quienes estaban debidamente acreditados y por motivos laborales 

Nada más entrar en Portugal la AP se convierte en la A3, la autopista portuguesa que conecta la frontera norte del país con Oporto y que discurre por el interior siguiendo la suave orografía de unos montes muy similares a los gallegos. Aprovecho las bajadas para recargar la batería ayudada por la inercia, aunque son bajadas muy suaves y se recarga poco. Al superar los 120 km/h se nota el aumento de consumo. En total son 120 km (8,90 euros de peaje) que bordean la ciudad de Braga, ‘Mejor destino europeo 2021’. Pese a ser una de las ciudades más importantes de Portugal es tranquila y con poco tráfico. Una de sus características es que tiene tantas iglesias por metro cuadrado casi como Roma.

Los seis puentes sobre el Duero

Al llegar a Oporto rodeamos la ciudad por la circunvalación interior y cruzamos el Duero (Doro en portugués, que significa río de oro) por el Ponte do Feixo, enlazando con la A1, la autopista que comunica con la capital del país. 

Oporto tiene actualmente seis puentes sobre el rio más vinícola de la Península, que sirven para conectar el interior de la ciudad con Vila Nova de Gaia, donde están las principales bodegas locales. Dos de ellos son de uso ferroviario, el María Pia de 1877, que construyó Gustavo Eiffel, y el moderno Sao Joao, que lo sustituyó en sus funciones ferroviarias en 1991. El más famoso y antiguo es el de Dom Luis I, de 1886, también de hierro y ubicado en el centro de las dos orillas, que ya es parte de la imagen de la ciudad. Actualmente el nivel superior sólo se utiliza para el metro y peatones así que las imágenes desde aquí inundan Instagram. En 1963 se construyó el Ponte de Arrabida, más al oeste, más cerca del mar, como arranque de la A1 desde el centro de Oporto. El Ponte do Feixo, de 1995, se hizo para hacer frente a los atascos de los otros dos y es la continuación de la circunvalación este de la ciudad. Todavía en 2003 se hizo otro puente, el de Infante Don Enrique, como desahogo urbano del de Don Luis, y está al lado.

La autopista A1 cubre los 314 km que separan Oporto de Lisboa y cuesta 22,20 euros en peajes. Al abandonar Oporto el clima cambia, empieza a notarse que estamos bajando hacia el sur, sube la temperatura y sale el sol. La orografía es mucho más escarpada y lo aprovecho para incrementar la recarga de la batería. En la pantalla frente al conductor tenemos la información de recarga y consumo en tiempo real, el nivel puntual de la batería, la autonomía que nos da la gasolina que hay en el depósito, además del modo de conducción. El sistema permite seleccionar entre tres modos: Eco, Sport y MySense que automáticamente funciona de la forma más eficiente y se conecta siempre por defecto. En el modo Eco se reduce el consumo, mientras en el Sport aumenta, pero se consigue una respuesta del motor ligeramente más rápida. 

El Clio tiene un cambio automático sin embrague, con dos posiciones de marcha, la D que es convencional y B que retiene más el coche y permite una mayor recarga de la batería. Es útil en ciudad o en un atasco, pero en carretera resulta incómodo porque frena mucho el coche cuando se levanta el pie del acelerador. Al no tener embrague este Clio siempre arranca en modo eléctrico.

Todas las autopistas en Portugal son de pago, pero a cambio tienen una conservación muy buena y servicios, desde indicar la emisora de radio que en ese punto da información del tráfico hasta el precio de todos los combustibles en las siguientes áreas de servicio. Además, se indica la distancia a la que está el área de servicio de la carretera, no hay sorpresas si sales a tomar un café o repostar y te ves haciendo km hasta el pueblo siguiente.  Incluso antes de salir indican si esa área hay postes de recarga eléctrica, gas natural y GLP. 

La autopista pasa bordeando Aveiro, la Venecia portuguesa; Coimbra, la ciudad universitaria; Leiria, una fortaleza sobre el mar; el centro de peregrinación de Fátima, el monasterio de Batalha… la salida a cualquier punto interesante o histórico se informa puntualmente.

La entrada en Lisboa nos la anuncia la mayor intensidad de tráfico y el rio Tajo (Tejo en Portugués) a la izquierda, mientras atravesamos zonas industriales y comerciales. El trazado de la autopista, tras pagar el peaje, es mucho más sinuoso, con curvas cerradas y muchos puentes que nos hacen volar sobre los barrios periféricos de la capital. Casi sin darte cuentas entras en el puente 25 de Abril que, aunque se inauguró en 1966, sigue siendo espectacular. Es el puente colgante más largo de Europa, con 2,27 km de largo y 190 metros de altura. Su imagen nos hace recordar rápidamente el Golden Gate de San Francisco (por cierto, ambos los construyó la misma empresa), aunque en este al fondo tenemos una imagen de un cristo con los brazos abiertos que recuerda al de Rio de Janeiro

Viaje sin repostar

Hasta que para la Expo 98 se construyó el Puente Vasco de Gama, un poco más hacia el interior, el 25 de Abril (originariamente Puente Salazar pero se le cambió el nombre en 1974 para conmemorar la revolución de los claveles que fue ese día) era el único puente que salvaba el gran estuario del Tajo y los atascos eran históricos.

Yo lo cruzo un viernes por la tarde de agosto y tengo el atasco de todos los lisboetas que salen camino de la costa de Caparica y Sesimbra así que coloco la palanca del cambio en la posición B y aprovecho para recargar más la batería. El carril central del puente en ambas direcciones es de rejas de metal, si vas por ahí el ruido es inquietante y se recomienda no superar los 70 km/h para evitar que derrape el vehículo. Los dos carriles exteriores son de asfalto. 

El puente tiene peaje, pero sólo en dirección a Lisboa (1,85 euros), así que llego a la otra orilla, a Almada, sin pagar nada y sólo unos 10 km después tomamos la desviación a la derecha hacia Sesimbra y Cabo Espichel, el final de la ruta, donde parece que se acaba el mundo. No he tenido que repostar con el depósito lleno al salir de España, ahora voy a pagar un poco más caro el litro de gasolina pero me voy a tomar un pescado tan fresco que casi salta del plato.


Valoración Renault Clio E-Tech: diseño 8,2; interior 9,5; motor 9; conducción 9,5; global 9,05.