Los fabricantes de coches europeos miran con envidia a sus homólogos de Estados Unidos. El país está viviendo un auténtico milagro, un sueño americano, que ha permitido incrementar las ventas de coches un 13% en septiembre. ¿La clave? Unos créditos históricamente bajos que actúan de motor económico. En cambio, en España vamos por libre. Las marcas son conscientes de que, además de complementar las ayuda pública de 1.000 euros, van a tener que hacer un gran esfuerzo financiero porque tendrán que hacer de bancos puesto las entidades bancarias tradicionales sólo abren el grifo con cuentagotas y a precios oro.
Con un tipo medio de interés del 9,83%, según el Banco de España, por un préstamo personal a cinco años, ¿quién demonios comprará un vehículo en España. Y eso sólo en el caso de que el solicitante tenga una solvencia contrastada a prueba de test de estrés que le permita ir más allá del primer mostrador en una oficina bancaria.
Las financieras de las marcas ya están desempeñando el papel de sucedáneos de la banca tradicional, que ha dado la espalda al mercado hasta que haya concluido el saneamiento y tenga más recursos para cubrir sus agujeros y volver a hacer su negocio tradicional. Y eso que, de momento, obtienen una financiación muy barata gracias al 1% que les cobra el BCE por los fondos de liquidez inyectados y a los préstamos con generosos periodos de carencias para iniciar la devolución por parte del Frob y otros mecanismos públicos de ayuda.
Con un apalancamiento financiero del orden del 85% en las compras de coches en España, tener la puerta abierta de los créditos asequibles es fundamental, como ha demostrado Estados Unidos. Es cierto que el clima de confianza y la estabilidad económica también contribuyen, y mucho, a alegrar el consumo.
A estas alturas y teniendo en cuenta que arreglar el estropicio de los bancos va para largo, cabe preguntarse si en lugar de un plan PIVE del vehículo eficiente que da una ayuda mínima de 2.000 euros a los compradores hubiera sido más útil rescatar la antigua fórmula del VIVE, con préstamos subvencionados. Hace años, antes de la crisis, cuando el crédito todavía fluía, el VIVE fracasó en su intento de incentivar las ventas mediante créditos blandos. En cambio ahora, la necesidad de financiación se encuentra en cotas máximas.