La realidad es tozuda y puede destrozar los sueños de algunos. Y si no que se lo digan a los ideólogos del plan para desterrar los coches, todos, incluidos los eléctricos, de Barcelona. Durante dos semanas tendrán a pocos metros de las calles que han cortado al tráfico y de las que lo estarán en breve una muestra de lo que propone el sector del automóvil para la nueva movilidad sostenible en el salon Automobile Barcelona.
Entre los cientos de coches que se podrán ver en la edición número 42 del salón del automóvil de Barcelona habrá un predominio casi absoluto de los que tienen la etiqueta Cero por los automóviles 100% eléctricos y por los híbridos enchufables, así como el distintivo Eco por los híbridos autorrecargables. Son las dos alternativas más ecológicas a los coches únicamente de combustión y, por supuesto, a los vehículos más viejos y contaminantes a los que se prohíbe la entrada en la Zona de Bajas Emisiones de Barcelona sin darle una alternativa en forma de ayuda a la renovación del parque móvil.
La muestra automovilística llega en vísperas de las elecciones municipales, en las que la movilidad se ha convertido en un asunto capital después de las obras acometidas y las que están en marcha para echar a cualquier coche de algunas calles. A la espera de conocer si cambia o se matiza la política anti-coche, el salón despliega su oferta de modelos electrificados con presencia de más marcas, aunque no todas.
El míting del automóvil
Enrique Lacalle, presidente del salón, muestra, como siempre, su optimismo innato y augura un aluvión de visitantes y de compras de vehículos. Las marcas que han decidido mantener su apuesta por Automobile Barcelona tendrá que luchar contra el viento en contra de múltiples procedencias: los estragos de la inflación y la incertidumbre económica, la desorientación del consumidor ante el cambio de propulsión y, también, la campaña de demonización del coche.
Para muestra, un botón. En la fiesta mayor de la vecina Badalona, se quemará en vísperas del inicio del salón del automóvil una figura a modo de falla que simboliza el demonio rodeado de coches, carreteras y humo. Eso sí que es demonizar el coche en sentido literal.
Por el espacio que ocupa Automobile Barcelona veremos desfilar estos días a todos los políticos, incluyendo a los que han declarado la guerra al coche. Se solía decir que Barcelona huele a motor por su larga tradición, pero cada vez menos. De momento, el sector del automóvil ha organizado su míting de campaña.