La consulta del stock en busca de coches "libres de aranceles" se ha convertido en una tendencia en el mercado de EEUU. Las marcas y los concesionarios se han lanzado a una carrera por impulsar las ventas de vehículos que habían pasado por la frontera antes de que Donald Trump impusiera el arancel del 25% a los automóviles importados de fuera de Estados Unidos. Varias marcas han optado por reforzar el envío de vehículos para disponer de un stock más abundante.
En medio del nuevo tsunami arancelario lanzado por el presidente Donald Trump, los vehículos que han cruzado las aduanas de EEUU antes del 3 de abril han adquirido un nuevo valor: son inmunes al 25% de sobrecoste que grava la importación de automóviles y que se extenderá en mayo a los componentes extranjeros. Los coches ya presentes en los concesionarios o en campas a la espera de clientes se han convertido en un poderoso argumento para atraer compradores.
Modelos populares como el Honda CR-V, el RAV4 de Toyota o el Chevy Trax están siendo buscados con ansia por consumidores decididos a evitar los aumentos de precios que se avecinan. Marcas como Ford, Hyundai o Volkswagen, con niveles de inventario por encima de los 100 días, tienen una ventaja estratégica clara. Este colchón les otorga tiempo para planificar cómo repartir el impacto de los aranceles sin tener que subir los precios de inmediato. En cambio, Toyota, con apenas 32,7 días de inventario total y solo 20,9 de su exitoso RAV4, se enfrenta a una presión inmediata para ajustar sus tarifas o modificar su mix de ventas.
La compañía japonesa ya ha insinuado que podría incrementar los precios progresivamente desde mayo, mientras se esfuerza por aumentar la producción local en su planta de Kentucky. Sin embargo, como apunta la analista Erin Keating de Cox Automotive, “la matemática es simple: el bajo inventario limita cualquier maniobra”.
El otro efecto dominó
Frente al nuevo escenario, los fabricantes europeos como Mercedes-Benz, Audi o Porsche están optando por desviar barcos con destino a Estados Unidos hacia otros mercados. En algunos casos, incluso se ha cambiado la costa de desembarco a último minuto, en un intento de minimizar el impacto de los aranceles o ganar tiempo para que para negociar su aplicación. Fue el caso de Mercedes, que optó por desemcar un cargamento de coches en la costa este de EEUU en lugar de la del oeste para que llegaran a la aduana antes del decreto de Trump, tal como explicó el director general de Mercedes en España, Reiner Hoeps.
Mercedes-Benz, que ha reforzado su inventario estadounidense en las últimas semanas, ya avisa: la rentabilidad bruta podría caer en 2,5 puntos si no se mitigan los efectos del nuevo gravamen. Audi, por su parte, ha optado por congelar temporalmente los envíos a sus concesionarios con posterioridad a la entrada en vigor del arancel.
Mientras tanto, Nissan ha dado un paso más radical: dejará de aceptar pedidos de sus SUVs Infiniti QX50 y QX55 fabricados en México para el mercado estadounidense, una muestra clara de cómo los aranceles están remodelando la logística global del automóvil en tiempo real.
La factura final llega al consumidor
El impacto de los aranceles no se limitará a los coches importados sino que también afectará a las piezas de coches fabricados en EEUU y también a los recambios y, con ello, al coste de los seguros. Se estima que entre el 40% y el 80% de los vehículos Made in USA llevan componentes extranjeros. Eso significa que incluso los modelos nacionales verán inflaciones de entre el 8% y el 16% en su precio final.
A medida que los coches nuevos se encarecen, muchos consumidores están optando por vehículos de segunda mano. Esto ya está generando una presión alcista sobre los precios del mercado de ocasión. Las marcas europeas, por su parte, ven una posible oportunidad en medio del caos.