Las imágenes del fatídico momento del magnicidio de John Fitzgerald Kennedy se han repetido nuevamente de forma repetitiva con motivo del aniversario de su asesinato. Los disparos impactaron en su cuerpo gracias, entre otros, al factor decisivo del coche oficial descapotable que circulaba a escasa velocidad en su recorrido por Dallas. La vulnerable limusina Lincoln Continental adaptada para el uso presidencial quedó marcada para siempre y obligó a acometer importantes reformas para mejorar la seguridad.
La marca filial de Ford construyó el vehículo en 1961 y lo entregó a la Casa Blanca en junio de ese año con un contrato de leasing por 500 dólares al año a pesar de que el coste estimado de fabricación rondó los 200.000 dólares. JFK y el servicio secreto se relajaron y decidieron bajar la capota en las calles de Dallas, lo que dejó vía libre al o a los francotiradores.
El servicio secreto de la Casa Blanca encargó, tras varias semanas con el vehículo requisado como prueba, una reforma en profundidad del vehículo que incluía la instalación de un techo fijo con una parte transparente, un refuerzo de la potencia del motor y una mejora de las comunicaciones. La factura subió a medio millón de dólares que pagaron Ford, algunos de sus proveedores y el Gobierno federal.
Unos siete meses después del asesinato de Kennedy, la limusina remozada volvió al servicio del presidente Lyndon B. Johnson. Se siguió utilizando, más adelante como coche oficial de refuerzo, por los presidentes Nixon, Ford y Carter. En 1977, la limusina conocida por el servicio secreto por X-100 fue retirada del servicio y cedida al museo de Ford.
Los modelos de Lincoln se siguieron utilizando por la Casa Blanca hasta George Bush padre. Entonces empezó un cambio hacia General Motors con su marca Cadillac, el modelo que tiene Obama.