El hostelero en apuros y showman de televisión Donald Trump ha recibido el fruto de lo que ha sembrado en los últimos cuatro años. El presidente antisistema de EEUU quiere ampararse ahora en el sistema judicial que se ha encargado de moldear a su conveniencia. Es su última esperanza para intentar alargar un mandato que también ha convulsionado la industria de automoción aplicando su receta de populismo y proteccionismo que han seguido otros mandatarios más allá de las fronteras de Estados Unidos.
Donald Trump y su corte con su familia y los fans de la Casa Blanca que aguantan lo que muchos califican de "actitud infantil" se resisten a aceptar la evidencia de que su experimento perturbador y de apropiación del sistema democrático de EEUU ha llegado a su fin. El caciquismo de Trump no tiene más recorrido a pesar de que en estas elecciones ha logrado ampliar su base de votantes, pero no ha sido suficiente para contrarrestar el vuelco en algunos estados decisivos que incluyen el cinturón industrial de Michigan.
La cuna de la automoción ha dado la espalda a Trump, que ganó en Detroit y Michigan en 2016. Los obreros metalúrgicos han podido comprobar que las promesas populistas de Trump se han quedado un muchos casos a medio camino o que simplemente eran falsas. La Reserva Federal de EEUU advirtió antes de las elecciones de los efectos negativos que había tenido el proteccionismo del showman en el tejido industrial norteamericano.
Preparar la transición
Los cantos de sierena de Trump ofreciendo más permisividad con el CO2 a los fabricantes de automóviles no han sido suficientemente convincentes a pesar de que, a corto plazo, podían echar un cable a la industria. Sin embargo, los efectos colaterales de la guerra comercial penalizando las ventas de las firmas americanas en otros países ha pesado más en el rechazo de la automoción al inquilino antisistema de la Casa Blanca.
Los fabricantes estadounidenses no son nada sin el mercado chino, convertido en el epicentro de la industria de automoción mundial con una rotundidad a prueba de populismos. Además, los interlocutores de Trump en la industria ya no son solo los herederos de Henry Ford, sino que es grupo Fiat y ahora también el francés PSA con la fusión en la que se integra Chrysler y los fondos de inversión asiáticos y cargados de petrodólares que hay detrás de los 'Big Three'. La política de Trump tambien ha puesto a prueba la teoría de los vasos comunicantes en compañías extranjeras que tienen fábricas en EEUU pero que dependen de un mercado global.
Ahora hay que ver la política que aplicará Joe Biden en la automoción, en la que no se puede olvidsr de proteger los empleos y las fábricas de vehículos de EEUU pero tiene que preparar al sector para la transición energética para que no se wuede descolgado en el tablero mundial.