La fiebre inversora desatada en Rusia por los fabricantes de vehículos está a punto de indigestarse. La crisis política a raíz de la disputa con Ucrania sobre la península de Crimea ha sembrado la inquietud y preocupación entre los directivos de las multinacionales occidentales que veían a Rusia como el mercado emergente a la vuelta de la esquina.
Ocupación militar de bases de la Marina rusa, consulta a favor de la adhesión a Rusia, víctimas mortales en algunos escarceos, pulso de Vladimir Putin a la comunidad internacional e incremento de la inestabilidad económica. Un cóctel preocupante para las inversiones millonarias llevadas a cabo por las principales firmas del automóvil en territorio ruso que han llevado al sector a dar trabajo al 470.000 empleados y a generar el 1,1% del PIB del país, según la Asociación de Fabricantes (OAR).
Hay mucho en juego puesto que Rusia se ha convertido en el segundo mercado del continente europeo, al registrar unas ventas de 2,9 millones de vehículos, sólo por detrás de Alemania. El incremento de la producción experimentado en los últimos años ha sido espectacular a medida que las nuevas plantas se ponían en marcha: en 2013 se ensamblaron 2,1 millones de coches, lo que supone prácticamente un empate técnico con España.
Hace unos días, el presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn, mostraba su disgusto por la volatilidad política y del rublo, algo que puede truncar los planes de crecimiento en el prometedor pero inestable mercado ruso. Las malas noticias de Crimea llegan justo cuando Volkswagen empezaba a sacar rentabilidad a una inversión de 500 millones en una nueva factoría en Kaluga.
Winterkorn es un directivo más en mostrar su preocupación por la aventura de Putin en Ucrania, aunque no es el que tiene más apostado en Rusia. El más temeroso de los ejecutivos es, a juzgar por el volumen de la inversión, Carlos Ghosn, el presidente de la alianza Renault-Nissan, que se ha convertido en socio del gigante ruso Autovaz al comprar un 30% por alrededor de 700 millones.
La compañía rusa, que produce un millón de vehículos al año para la marca Lada y en asociación con Dacia y Chevrolet, anunció un plan de reducción de su plantilla en enero pasado, poco antes de que estallara la tensión en Ucrania. Las previsiones, anteriores a la anexión de Crimea, apuntan a que el Dorado ruso volverá a caer este año.