El anuncio de la fuga de Nissan en Cataluña ha tenido un efecto positivo. Ha conseguido que los dirigentes políticos reaccionen de una vez ante la grave noticia de que la multinacional japonesa quiere cerrar una etapa de 41 años desde que compró la antigua Motor Ibérica que fabricaba los duros y resistentes camiones y furgonetas Ebro. Sin embargo, esa reacción sobrevenida con cumbres, declaraciones, grupos de trabajo y similares demuestra también algo que los 25.000 empleados de Nissan y de sus empresas proveedoras conocen perfectamente: los políticos están fuera de juego. Al menos la gran mayoría.
En los días previos al anuncio del cierre se produjo un desfile incesante de políticos que visitaban fugazmente los piquetes sindicales durante la huega indefinida y selectiva que ha paralziado la producción de la compañía en Barcelona, Montcada i Reixac y Sant Andreu de la Barca. Diputados, alcaldes, alcaldesas, concejales... todos querían transmitir su apoyo a los trabajadores y, por supuesto, hacerse la foto con los huelguistas. A pesar de que la puesta en marcha de impuestos del CO2 o críticas populistas a la automoción no ayudan nada a los empleados.
En esos días previos a la comunicación oficial, aunque sea vía Zoom, de un cierre anunciado hasta la saciedad, el responsable de UGT en Nissan, Xavi Hernández, dijo una frase lapidaria, en el encuentro 'online' organizado por Coche Global, que es una verdad como un puño: "Prefiero que intervenga gente que sepa del tema a algunos políticos".
Nacionalizar Nissan
Algunos de esos representantes públicos se han lanzado a debatir en las redes sociales y en alguna tribuna parlamentaria sobre sus nuevas propuestas para salvar la Nissan. Algunos como Gabriel Rufián proponen nacionalizar la fábrica de Nissan para convertir las ayudas públicas de 170 millones de euros en la última década en acciones de la compañía. Nada nuevo bajo el sol, es la propuesta recurrente de muchos dirigentes políticos ante numerosos cierres de fábricas que ha habido en el pasado, desde Lear a Yamaha.
Los argumentos de fondo matizados por el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, de que se trata de competir con el Estado francés, que posee el 20% de Renault y ésta, a su vez, el 44% de Nissan, son adecuados ya que los gobiernos defienden y se implican con sus 'capitanes industriales. Pero es un debate trucado porque no puede fructificar. La única alternativa sería la compa de acciones en el mercado o mediante una OPA para intentar colar un representante en el consejo de administración que sería considerado como un intruso.
Es indudable la buena intención de la mayoría de los dirigentes políticos en sus declaraciones en defensa de la fábrica de Nissan incluso mediante aportaciones a la caja de resistencia para la huelga como la que hizo Rufián este sábado en Montcada. Sin embargo, hay que reconocer que muchos llegan tarde y con demasiado postureo fútil de cara a las redes sociales.
Respuesta europea
Miguel Ángel Boiza, secretario general de CCOO en Nissan, destacaba, en las marchas lentas que bloquearon Barcelona, que "por fin han reaccionado los políticos", a los que pedía unidad sin fisuras por encima de cualquier partidismo. En sus intervenciones en las asambleas a pie de calle ha podido comprobar que los poíticos no suelen cosechar aplausos, sino mas bien lo contrario.
Bienvenidas sean las cumbres por Zoom de las administraciones con patronales y sindicatos y las reuniones virtuales con eurodipitados que muestran su predisposición a situar el cierre de Nissan en Barcelona en la agenda europea después de una chocante primera reacción de Bruselas desentendiéndose de esta decisión empresarial a pesar de que beneficia claramente al Reino Unido, que ha renegado de la UE. Pero todos esos gestos llegan tarde porque en estos casos es imprescindible la prevención, tal como han intentado hacer algunos políticos que se cuentan con los dedos de una mano. Ahora estamos en tiempo de descuento por lo que solo valen los resultados prácticos en la vida real, no en Twitter.