Ha llegado la hora de la verdad para los 7.000 trabajadores de la fábrica de Ford de Almussafes. Después de esquivar los ajustes duros de la multinacional estadounidense aplicados en los últimos años, la compañía y el comité de empresa negocian a contrarreloj un acuerdo de competitividad para la adjudicación de nuevos modelos eléctricos para los que la firma exige duras condiciones: una rebaja salarial del 10%, una semana menos de vacaciones y un aumento de media hora para cada turno de trabajo.
El abultado sacrificio que exige Ford a cambio de un horizonte de estabilidad en la nueva movilidad electrificada sigue a pies juntillas las pautas de las viejas negociaciones laborales al uso tanto en Ford como de la mayor parte de fabricantes automovilísticos. Los trabajadores veteranos de Ford están curtidos en innumerables batallas libradas en cada negociación para un nuevo ciclo de inversiones, hasta el punto de que la factoría de Ford ha estado en el alero y seriamente amenazada en varias ocasiones.
En esta negociación, la compañía ha puesto como fecha límite para llegar a un acuerdo el 27 de enero, a pesar de que las posturas en la mesa están todavía muy alejadas. Hasta el punto de que, a falta de unos días para que venza ese plazo, es previsible que se vuelvan a vivir noches en vela a las puertas de la planta de Almussafes a la espera de unos duros pactos, como las vividas en la década de los años 90 y 2000. Fueron agotadoras, tanto para los miembros del comité como para los empleados y los periodistas que aguardábamos fuera como si tratara de un parto que se complica.
Competencia entre fábricas
En todas esas negociaciones, los comités de empresa y las federaciones de industria de los sindicatos han demostrado su aprendizaje y madurez con elaborados acuerdos que han servido como referentes para la flexibilidad interna y la productividad. Ahora, cuando la planta de Ford de Almussafes se juega nuevamente su futuro aunque espera la adjudicación de modelos eléctricos y no de combustión interna, el 'modus operandi' para la negociación de una nueva vuelta de tuerca sigue el mismo esquema, aunque con más intensidad si cabe por la complicada coyuntura con el telón de fondo de la transición ecológica en la movilidad y la industria.
Lo único que cambia en el tablero de la negociación es el relevo de los modelos de gasolina y diésel por nuevos eléctricos que buscan el nuevo mercado emergente prometido o forzado para una sociedad muy reacia a esa transformación. En ese tablero, Ford cumple con el manual al combinar la exigencia de sacrificios con la competencia entre fábricas de la misma compañía, en este caso, la de Almussafes y la de Saarlouis, en la Land del Sarre de Alemania.
El sindicato alemán IG Metall lleva meses con una campaña en la que reclama "Futuro para el Sarre" con alguna movilización para exigir a Ford compromisos firmes de electrificación para la planta, que tiene menos capacidad que la de Valencia y una plantilla de 5.000 trabajadores. Mientras que la otra fábrica alemana, situada en Colonia, recibirá 828 millones de euros para su reconversión como nuevo Centro de Electrificación, la factoría de Saarlouis teme por su futuro al no tener sucesor del Ford Focus, su modelo más exitoso. Aunque tiene a su favor su proximidad a los principales mercados de vehículos eléctricos europeos, la plantilla de Saarlouis teme que los costes laborales más bajos de sus colegas valencianos y, por supuesto, los de Rumanía se vuelvan en su contra.
Cartas ocultas en la negociación
Como en las negociaciones de la vieja movilidad, Ford y el resto de fabricantes de vehículos no desvelan sus cartas hasta el final del proceso, al igual que hizo hace unos meses Renault con un acuerdo laboral a cambio de cinco modelos híbridos con fecha de caducidad e insuficientes para dar estabilidad. Ford mantiene una alianza con Volkswagen para compartir plataformas y producción de vehículos del que no conocemos la letra pequeña. La ubicación en Valencia de la fábrica de baterías del proyecto Future: Fast Forward con el que Seat y Volkswagen quieren adjudicarse el PERTE de casi 3.000 millones sería un importante refuerzo para la competitividad de la planta de Ford, aunque hay otros muchos factores que influirán en la decisión.
Después de evitar los ajustes de Ford en Europa, ahora le toca de lleno a Almussafes. Alemania tiene a su favor que ha tenido que asumir casi la mitad de los 10.000 empleos recortados por Ford en Europa, aunque sus sueldos siguen superando a los de sus colegas españoles. Veremos qué viejas recetas laborales para la nueva movilidad se pueden acordar en la negociación a contrarreloj.