Hace un año, el Brexit se veía como una amenaza a ambos lados del Canal de la Mancha. Pero siete meses después, las tornas han cambiado de forma sustancial. El Reino Unido ha reforzado su competitividad en la industria de automoción y se está llevando el gato al agua en algunas inversiones estratégicas. Después de los proyectos anunciados por Nissan y Stellantis, ahora la norteamericana Rivian estudia ubicar cerca de Bristol su fábrica de vehículos eléctricos para toda Europa.
¿Es la inversión de Rivian el último robo del Reino Unido a la industria de automoción europea? Al igual que sucedió en el caso de Nissan, el principal perjudicado por la opción británica de Rivian sería Europa y, más concretamente, Barcelona, que se había postulado como candidata para producir una parte de las 100.000 furgonetas encargadas por Amazon y otros vehículos eléctricos como su 'pick up' en la fábrica que abandonará Nissan a final de 2021.
Según publicó Sky News, Rivian negocia con varios ministerios del Gobierno británico la ubicación cercad e Bristol de una planta de producción que supondría un coste de casi 1.200 millones de euros, según informó Reuters.
Astuto Boris Johnson
Poco antes de que Nissan hiciera oficial el cierre de la fábrica de Barcelona, los sindicaros ya manifestaron su temor a que el acuerdo sobre el Brexit le salga por la culata a la Unión Europea y que el Reino Unido se convirtiera en una base de producción de vehículos destinados al mercado europeo del que las islas británicas se salieron en enero de 2021.
Boris Johnson ha echado mano del talonario para extender cheques al portador de las multinacionales automovilísticas, que quieren aprovechar las ventajas de las ayudas públicas sin los límites que impone la UE y la ventaja de exportar sus vehículos al continente europeo sin tener que abonar los temidos aranceles, que dificultarían enormemente la competitividad de la automoción británica.
Los casos de las inversiones anunciadas por Stellantis y Nissan para producir vehículos eléctricos y baterías en las islas británicas muestran que Johnson ha roto el techo de las subvenciones europeas, hasta el punto de practicar el 'dumping' industrial trayendo inversiones estratégicas coincidiendo con la transición ecológica. La Unión Europea debería estar en alerta ante este robo de proyectos del astuto primer ministro británico y empezar a activar las cláusulas habituales ante la competencia desleal.