Carlos Ghosn está indignado. Por muchos motivos. Uno de ellos es que la dirección de Renault tiró a la basura la fusión con Fiat. "¿Cómo es posible que desaprovecharan esa gran oportunidad que empezó a negociar yo con John Elkann?", se preguntó Ghosn en su primera comparecencia desde su nuevo refugio en Beirut después de su fuga peliculera de Japón. La oportunidad la aprovechó finalmente otro grupo francés, PSA (Peugeot, Citroën, Opel y DS), dirigido por Carlos Tavares, el antiguo discípulo de Carlos Ghosn. El 'caso Fiat' es el último ejemplo de las leyes del magnetismo aplicadas en el sector del automóvil, aunque con una clara tendencia a la atracción en múltiples direcciones.
Como pasa con los imanes, existen fuerzas de atracción y repulsión, pero existe una mutación por la que la atracción es cada vez más generalizada. Decía José Antonio León Capitán, director de Comunicación y Relaciones Institucionales de PSA en España y Portugal, en el diálogo posterior a la entrega del Premio Best Car Global a Opel Corsa que el grupo francés es una historia de éxito con un crecimiento exponencial desde que compró Opel en 2017. En ese momento sumó un millón de coches vendidos más y, lo que es más importante, los mercados de Alemania y Europa del Este.
Problemas de Renault y Nissan
El siguiente capítulo en la hoja de ruta que está trazando Tavares es la fusión con Fiat Chrysler Automobiles (FCA) que se le escapó a Renault. Compartir la tecnología en un momento como el actual en el que la movilidad vive un cambio disruptivo es una de las claves, lo que redundará en beneficio de los dos grupos y de los clientes, según relata León Capitán.
Pero Carlos Ghosn también está indignado porque ve cómo la alianza entre Renault, Nissan y Mitsubishi que forjó él mismo se desmorona día a día. Si finalmente se hunde el grupo franco-japonés, las fuerzas del magnetismo volverán a actuar para que las marcas se sientan atraídas por otros grupos automovilísticos. Los directivos más rápidos y hábiles ganarán la partida.
La sociedad tiene que ganar también
Efectivamente, ha llegado la hora de la humildad, de reconocer la necesidad de buscar aliados y de superar viejas rencillas y fricciones provocadas por la dura competencia en el mercado. Pero las alianzas seguirán dentro y fuera del sector, como muestra la negociación de FCA con Foxconn, el fabricante de los iPhone y los iPad de Apple en China, para producir coches eléctricos.
La concentración será nuevamente la tabla de salvación del sector del automóvil, aunque siempre con la necesidad de enfocarse a las necesidades de los consumidores para que la sociedad también salga ganando. Para lograrlo, e primer lugar es necesario que exista la máxima transparencia sobre qué marcas forman cada grupo para que los consumidores estén informados de la transversalidad de muchos de los componentes que comparten. Esa percepción de los nuevos grupos fuera de los muros de sus oficinas requiere de una labor persistente y didáctica para explicar la nueva sopa de siglas a la sociedad ante el riesgo de que los potenciales clientes se acaben perdiendo en el cambiante mapa del sector del automóvil y la movilidad.
Esa es la difícil ecuación que tienen que despejar PSA y el resto de fabricantes de automóviles.