El nuevo consejero delegado del grupo PSA, Carlos Tavares, estuvo en paro unos 90 días antes de su nombramiento. Las vacaciones tras ser despedido fulminantemente en Renault duraron un suspiro al ser fichado por el gran competidor francés. Es el último ejemplo de una tendencia muy arraigada entre los fabricantes automovilísticos de robarse los directivos y, con ellos, sus secretos de la competencia.
Pocos desempleados pueden decir lo mismo que Tavares, un ingeniero de pruebas de Renault que fue escalando hasta que su ambición chocó con Carlos Ghosn, el cost and chief killer. La frustración del director general y número del grupo Renault-Nissan le llevó a proclamar en una entrevista que le gustaría dirigir una marca como General Motors o Ford. ¿Desliz o dardo intencionado? Más bien lo segundo.
El cese estaba cantado y llegó unas semanas después del órdago de Tavares, que había sucedido en el cargo a un malogrado Patrick Pelata destituido por su implicación en un escándalo de espionaje de Renault. El presidente del consejo de vigilancia de PSA, Thierry Peugeot, justificó el fichaje de Tavares por ser un "profesional reputado del automóvil" que mantendrá el rumbo hacia la globalización de la marca francesa en apuros. Y de paso Peugeot-Citroën se beneficiará de los secretos de Renault-Nissan con los que llega Tavares.
Su antecesor en PSA, Philippe Varin, se convierte ahora en un profesional cotizado que puede resultar interesante para otras compañías. Al igual que antes lo fueron otros directivos despedidos o fichados por la competencia. Carl-Peter Forster reúne una de las carreras más variadas al pasar por BMW, por Opel como máximo dirigente haga su cese ipso facto al criticar a GM por abortar la venta a Magna, ir al grupo indio Tata y posteriormente al consejo de la sueca Volvo en manos de la china Geely. Hace unas semanas demostró que sigue teniendo la lengua afilada en el encuentro de automoción de IESE al atemorizar a los concesionarios ante el riesgo de desaparecer.
La lista de directivos tránsfugas es larga. Si nos remontamos a los años 80 y 90, el caso más sonado fue el fichaje por Volkswagen de Ignacio López de Arriortúa, Superlópez, con su equipo en General Motors. El caso acabó en los tribunales por revelación de secretos en espionaje industrial. El mismo grupo alemán robó a BMW a Bernd Pischetsrieder que, tras un periodo de rodaje en Seat, pasó a dirigir la multinacional de Wolfsburg, en la que fue relevado al perder la confianza del consejo.