El próximo jueves 18 de noviembre se cumplirá el tercer aniversario de la sorprendente detención de Carlos Ghosn, entonces máximo dirigente de la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi al aterrizar su avión en el aeropuerto de Haneda, el más próximo a Yokohama, donde Nissan tiene su sede mundial.
Nada definitivo ha ocurrido en este tiempo, pero quienes tuvieron la sospecha de que se trataba de una maniobra interna en Nissan para desalojar de su puesto a uno de los más eficientes e inteligentes dirigentes del sector del automóvil, empiezan a tener evidencias de que no iban desencaminados.
No va a ser la sentencia de un Tribunal japonés el que les dé la razón. Por lo menos no en el caso de Carlos Ghosn, que volvió insospechadamente a abrir noticiarios y primeras páginas de los periódicos de todo el mundo al escaparse de Japón el 29 de diciembre de 2019, después de haber estado encarcelado la mayor parte del tiempo en una prisión de alta seguridad en unas condiciones que sólo se aplican a los más peligrosos terroristas y por las que Japón fue amonestado por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Desde entonces, vive en Líbano, de donde su familia es originaria, en su casa, entre sus viñedos y a salvo de cualquier intento de extradición para ser sometido a juicio en Japón, donde considera que no tendría la menor posibilidad de demostrar su inocencia.
La fusión, el desencadenante
Pero si puede ser muy indicativa la sentencia que se aplique al estadounidense Greg Kelly, en 2018 secretario general de Nissan, que fue detenido el mismo día. Ha terminado ya la vista oral del juicio y en ella ha quedado de manifiesto que efectivamente se trataba de desalojar a Ghosn de su puesto para evitar que pudiera llevar a cabo una fusión entre Renault y Nissan (Mitsubishi era propiedad de esta última) que haría ‘irreversible la alianza’ siempre bajo el dominio de la marca francesa, que posee el 43,4% de la nipona.
Sus declaraciones han dejado claro que el organizador del ‘pustch’ fue el secretario del gabinete del presidente, es decir, del propio Ghosn, el malayo Hari Nada, que reconoció que, desde febrero de 2018, estaba incómodo con la perspectiva de la fusión que su jefe habría aceptado dentro como condición para que le renovaran el contrato por cuatro años, hasta 2022.
Nada, en su estratégica posición, se vio ayudado por Hitoshi Kawaguchi, vicepresidente de Relaciones Gubernamentales (con el Gobierno nipón), y con Hidatoshi Imazu, auditor de la Gestión Interna. Ambos reconocieron que su principal objetivo fue presentar a la fiscalía de Tokio una acusación de mala praxis financiera de Ghosn (y de Kelly como colaborador) intentando esconder una supuesta compensación al final de su mandato. Hay que añadir también que la fiscalía de Tokio acogió con entusiasmo la denuncia.
Aliados y enemigos en Nissan
Y lo mismo hizo Hiroto Saikawa, entonces presidente ejecutivo de Nissan, que aparentemente fue ajeno a la rebelión hasta los últimos momentos y que apenas una hora después de la detención de su superior Carlos Ghosn, estaba dando una rueda de prensa denigrándolo. Sin embargo, en el juicio, lo ponderó e incluso indicó que él era favorable a una importante compensación en el momento de su retirada a fin de mantenerlo ligado a Nissan. Y señaló que dejó en manos de su ‘amigo’ Kelly el gestionarla.
Lo que pueda pasar ahora es una incógnita, pero hay buenos indicios. Por un lado, Estados Unidos está presionando (varios senadores han escrito cartas para que se haga justicia) y el nuevo embajador en Japón, Rahm Emanuel, se ha marcado como asunto prioritario el liberar a Kelly. Y no hay que olvidar que también hay cambio de primer ministro. Fumio Kishida ha asumido el puesto de Shinzo Abe, que dimitió por razones de salud. Aunque son del mismo partido, podría mostrarse menos radical que su antecesor, a quien no le hacía gracia una titularidad francesa sobre una de las principales empresas japonesas. Sobre todo, ahora que el Gobierno japonés ha salvado la cara al conseguir extraditar y meter en prisión a los dos estadounidenses, exmiembros de las Fuerzas Especiales, que ayudaron a Ghosn a escapar a Líbano.
Si se analiza qué ha pasado en Nissan en este tiempo, después de haber sigo una máquina de generar beneficios, entró en pérdidas. Saikawa dimitió cinco meses después de la detención de Ghosn y en la actualidad, Makoto Uchida es el nuevo presidente del consejo, mientras que Ashwani Gupta, el ejecutivo indio promocionado por Ghosn, es el principal ejecutivo (COO). Ha conseguido volver a los beneficios.
Alianza sin liderazgo
En Renault terminaron despidiendo a Ghosn alegando una serie de abusos de su posición. Nombraron presidente del consejo de administración a Jean Dominique Senard, que dejaba una posición similar en Michelin, y como máximo ejecutivo, a Thierry Bolloré, que había sido el segundo del ejecutivo despedido. Si, según cuenta el mismo Ghosn, Senard se desentendió de su antecesor, Bolloré quiso actuar en su favor, lo que tuvo como consecuencia que fuera despedido. Hoy es presidente ejecutivo de Jaguar-Land Rover. Hay que recordar que Renault tiene como principal accionista al Estado francés y que Ghosn tuvo un fuerte enfrentamiento con Emmanuele Macron en la época que era ministro de Economía, defendiendo la posibilidad de que Nissan tuviera voto en el consejo de Renault, durante la presidencia de François Hollande. Las cosas entre ambos parecían haberse calmado, pero quizás fuera sólo una impresión de observadores externos.
En la actualidad, bajo la dirección de Luca De Meo, que sucedió a Bolloré, Renault sobrevive moviéndose con rapidez ante los cambios del mercado mundial. En cuanto a la ‘alianza Renault-Nissan’, sin un claro líder, porque Senard renunció a serlo, funciona por inercia, sin que exista un claro plan de futuro.
En cuanto a Ghosn, declara que sigue profesionalmente vivo. No sólo ha escrito un libro sobre su peripecia, que no sería extraño que se convirtiera en una película, sino que sigue dando seminarios online en universidades y asesora a empresas que se lo piden, en particular, startups. Y trabaja con sus abogados para hacer frente a las demandas que Nissan y Renault todavía le ponen en todo el mundo.