El día 1 de diciembre, Torsten Müller-Ötvös, el presidente ejecutivo (CEO) de Rolls-Royce, una de las más famosas marcas de automóviles del mundo, se jubila. Lo hace a los 63 años, después de haber al frente de la marca durante 14 años, el segundo presidente con más permanencia en el puesto, durante los cuales ha conocido una gran expansión.


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El Grupo BMW ha nombrado a Christopher Brownridge, director de BMW Reino Unido, como nuevo CEO de Rolls-Royce. Torsten Müller-Ötvös (1960, Alemania) asumió la presidencia de Rolls-Royce con unas ventas de 1.000 unidades anuales y un único modelo de reciente introducción, el Phantom IV (se acababa de lanzar el Ghost), y la deja con 6.000 unidades entregadas el año pasado. Aunque nunca fue su objetivo principal el marcar récords de matriculaciones sino ser rentable para el Grupo BMW AG, propietario de la marca británica, cosa que ha logrado plenamente, aunque no se refleje en los resultados financieros, y mantener o mejorar el prestigio de la marca. 

Torsten Müller-Ötvös, presidente de Rolls-Royce

 

Directivo 'british' aunque no lo es

Graduado por la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich y por la Universidad de Augsburgo, comenzó su carrera en BMW en 1996 como vicepresidente de investigación de mercado. Cuatro años más tarde era nombrado director de la marca Mini que BMW había decidido relanzar, iniciando entonces una escalada de posiciones en el grupo que le llevó, en 2010, a la presidencia de Rolls-Royce. 

Cultivando siempre un aspecto personal muy ‘british’, aunque él no lo es, gracias a su perfecto y cuidado manejo del idioma y a  sus trajes que, según se decía, se hacía hacer en Savile Row, su primera decisión fue incrementar el número de unidades con acabado ‘bespoke’ (personalizado) que permitiera a los clientes el sacar partido de la capacidad de los artesanos de la marca para atender sus deseos en la presentación de sus coches. Tejidos de diferentes tipos, pieles de diferentes tratamientos y repujados, maderas y otros materiales además de diversos equipamientos. Todo esto pasó de suponer porcentajes inferiores al 50% de las ventas a superar los dos tercios. Con el consiguiente incremento del valor añadido de los mismos. 

Rolls-Royce Spectre, su primer eléctrico

Ampliación de la gama de Rolls

Después, se planteó la ampliación de la gama. Y uno tras otro llegaron el coupé Wraith, después su versión convertible y, más adelante, después de algunas declaraciones contradictorias (se le escuchó decir en algún salón del automóvil que Rolls-Royce jamás lanzaría un todocamino), llegó el Cullinan, un modelo 4x4 de ese estilo que rápidamente se convertiría en el más vendido de la gama. 

Cuando llegó al puesto se comenzó a hablar del coche eléctrico de baterías (BEV). Y Toersen Muller-Otvos no quiso tomar una decisión al respecto sin consultar a sus clientes. Y lo hizo desarrollando una versión eléctrica del Phantom IV que se denominó 102EX. El coche viajó por todo el mundo  para ser probado por sus principales clientes y el resultado de la consulta fue un ’NO’ rotundo que le llevó a cancelar el proyecto. Sin embargo, Muller-Otvos deja como herencia el modelo Spectre, un BEV con más de 500 kilómetros de autonomía según la norma WLTP, cuyas entregas se iniciarán coincidiendo con el retiro del directivo. 

Clientes sin chófer

El cambio tiene su explicación si se analiza el perfil de los clientes actuales de la marca. Él mismo indica que en la actualidad sólo un 20% de sus clientes lo utiliza con chófer, al contrario de lo que ocurría hace 14 años. La llegada de un nuevo tipo de compradores de Rolls-Royce, muy jóvenes, fundadores de ‘startup’ empezaron a pedir otras características estéticas. Mantenías el nivel de ‘bespoke’ pero con otros materiales, otros tonos, y pidieron más potencia en los motores. Así las llantas en tonos obscuros mates empezaron a reemplazar a las cromadas, algunas de ellas con brillante. Y los motores, en ciertas versiones, empezaron a bramar. Y esa clientela, empezó a pedir también modelos más ‘políticamente correctos’, es decir, eléctricos. 

A Toersen Muller-Otvos se le va a echar de menos en los eventos del automóvil, salones o lo que se ponga de moda. Ha demostrado que es un ‘monstruo’ del marketing con una marca con gran reconocimiento e imagen, pero a la que cualquier error le podía haber costado muy caro. Pero él no los ha cometido.