Este ha sido el Salón del Automóvil de Frankfurt más raro de los celebrados en las últimas décadas. No solo hay menos marcas y menos superficie ocupada, sino que en los pabellones feriales reina la sensación de que uno de los eventos emblemáticos del motor en Europa en el principal país productor de vehículos puede estar ante un fin de fiesta con bronca incluida.
"Creo que la edición de 2019 puede ser la última del salón tal como era hasta ahora", me comentaba un directivo del sector entre las bambalinas de uno de los estands presentes en la muestra de Frankfurt, organizada por la Asociación de Fabricantes de Automóviles de Alemania (VDA). La guinda del pastel ha sido el anuncio del presidente del salón de que dejará el cargo después de esta edición y la polèmica generada por la ausencia en la inauguración del alcalde de Frankfurt, que según la prensa local tenía previsto lanzar un torpedo en la línea de flotación del evento.
Peter Feldmann, alcalde de Frankfurt del Partido Socialdemócrata (SPD), no se calló y publicó en facebook el discurso que tenía previsto leer en la inauguración del salón ante la cancillera, Angela Merkel, y los dirigentes de la industria de automoción. Efectivamente, la intervención de Feldmann era políticamente incorrecta: "Quiero ser honesto, Frankfurt necesita más autobuses y trenes, no más SUV".
Greenpeace acecha a Merkel
Pero eso no fue todo. "Necesitamos una industria automotriz que cumpla con la ley. Que demuestre que la innovación alemana no trata de eludir los requisitos legales, sino más bien de desarrollar los productos más ecológicos y sostenibles", aseguró en una clara referencia al fraude de los motores del 'dieselgate' de Volkswagen y de otras marcas.
El choque entre los fabricantes y el alcalde, junto con la crisis que atraviesan la mayoría de los salones del automóvil, ha provocado que no se haya renovado por ahora la continuidad del evento de Frankfurt en la siguiente edición, que correspondería a 2021.
El alcalde se muestra sensible a las reclamaciones de los grupos ecologistas que reclaman un giro más radical de la industrial del automóvil para reducir las emisiones y que han llevado a cabo protestas antes y durante el salón. Merkel tampoco se libró de las protestas con un incidente sufrido mientras visitaba el estand de BMW al intentar un activista de Greenpeace acercarse a la cancillera, lo que provocó que se abalanzaran sobre él sus escoltas.
Pero el problema del Salón de Frankfurt es prácticamente el mismo que sufre el de París, ya que en ambos casos padecen el desinterés creciente de las marcas por hacer unas inversiones muy abultadas que ya no tienen el retorno de antes. Y además, tanto Frankfurt como París sufren el desplante de recíproco de los grandes grupos automovilísticos franceses y alemanes. En esta edición del Salón de Frankfurt han faltado Renault, Peugeot y Citroën, aunque con algunas concesiones. Renault presentó el nuevo Captur en un acto de un día solo para la prensa y sin tener estand, mientras que el grupo PSA llevó su marca alemana Opel.