Los astronautas de la misión del Apolo 11 que pisaron la Luna por primera vez en la historia sufrieron una gran injusticia. Se pasearon por la árida superficie lunar a pie ya que carecían de un vehículo lunar que en misiones posteriores se popularizó. Sin saberlo hace ahora 50 años. Armstrong, Collins y Aldrin sentaron las bases de los Rover para explorar la Luna con más eficiencia debido a las dificultades de hacerlo a pie y sin apenas gravedad y en una atmósfera hostil. Fueron un gran paso para la automoción.
De los primeros vehículos lunares básicos y rudimentarios se pasó al Lunar Roving Vehicle del Apolo 15 y a los proyectos de todoterrenos para la exploración de Marte en los que trabajan varias compañías como Toyota.
Hace 48 años, mucho antes de que se empezara a hablar de coches eléctricos para masas, el Lunar Roving Vehicle tenía una autonomía de unos 180 kilómetros gracias a dos baterías de 36 voltios. En su desarrollo y fabricación para la NASA participaron técnicos de las empresas Boeing y General Motors, que llevaron a cabo un 'crossover' de varios conceptos de vehiculos como un buggy, un coche eléctrico, un todoterreno en lo que podría ser un precursor de los SUV, aunque como LUV (Lunar Utility Vehicle).
Tecnología pionera del automóvil
Además de desarrollar un vehículo adaptado a la abrupta superficie lunar, los técnicos tuvieron la complicación de diseñarlo para viajar desmontado y para ser montado después de alunizar. Esa tecnología fue el precedente la ráctica habitual en la actualidad del envío de coches desmontados (CKD, en el argot de la industria de automocion) para su ensamblaje final en plantas en países de destino.
De aquel primer Rover tripulado se pasó a otros vehículos autónomos de exploración espacial y a proyectos de futuro como el Rover de hidrógeno de Toyota para Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA). En este caso, la autonomía llega a 10.000 kilómetros y se trata de un vehículo cubierto similar a un camión.