Antes de zarpar en su travesía por el Atlántico rumbo a la Cumbre del Clima de Madrid, Greta Thunbeg ya advirtió de que no tenía muchas expectativas en la reunión. Dos semanas después de su inicio, se ha cumplido la profecía de la activista ecologista. Los países participantes han sido incapaces, incluso en el tiempo de la prórroga, de llegar a un mínimo consenso en los aspectos más espinosos de la política para frenar el cambio climático.
Como se suele decir en el mundo furbolero, la cumbre ha acabado con un pelotazo chutando la pelota adelante. Concretamente hasta la siguiente cumbre del clima, que tendrá sobre la mesa los mismos problemas que ha tenido la que acaba de finalizar sin grandes acuerdos de sustancia. "Parece que COP25 en Madrid se está cayendo a pedazos en este momento. La ciencia es clara, pero la ciencia está siendo ignorada. Pase lo que pase, nunca nos rendiremos. Sólo acabamos de empezar", decía Thunberg poco antes de que la cumbre certificara el final sin acuerdo.
"El nuevo texto aprobado en Madrid fortalece su implementación y recoge de manera expresa el lenguaje sobre transición justa y obligaciones de derechos humanos convenidos por los Estados en el Acuerdo de París", destaca la organización chileno-española del cónclave celebrado finalmente en Madrid. Más allá de las habilidades comunicativas de los responsables de COP25, hay que reconocer que pesa más lo que ha quedado pendiente que lo conseguido.
Mucho por hacer
Tal como reconoce la ministra de Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, "se trabajó intensamente para asegurar unos mercados de carbono globales que aseguren una contabilidad robusta respetuosa de la integridad ambiental", aunque "algunos no se sintieron cómodos, así que queda pendiente para el año que viene".
En el punto nuclear de esta cumbre subyace también uno de los aspectos que explican el contraste de intereses en relación con el cambio climático. Nadie quiere renunciar al enriquecimiento, ni los países ricos ni los países pobres. Para muchos en el bando de los ricos, los gases de efecto invernadero son un mal menor para el que buscan la posibilidad de endosar la contaminación a países pobres con pocas emisiones de gases.
Tal como dice Manolo García en su canción Del bosque de tu alegría, "y quedaba mucho por hacer".