El 'dieselgate' ha sido un desafío para Volkswagen, para sus finanzas, su imagen y su autoexigencia. El presidente, Matthias Müller, ha aprovechado la presentación de los resultados de 2016 para intentar pasar página en muchos aspectos derivados del fraude de los motores diésel. Pero hay un asunto en el que el directivo y la marca se muestran desafiantes.
De vuelta a los beneficios
En el terreno económico, el grupo alemán ha superado en tan solo un año el impacto de la crisis de los motores en sus cuentas y ha vuelto a un nivel alto de beneficios de 5.144 millones de euros. ¿El secreto? El milagro de Volkswagen ha sido posible gracias a que las ventas apenas se han resentido y han seguido creciendo incluso en los peores meses. El sacrificio se ha plasmado en un recorte del margen de rentabilidad del 9% al 6%, una mala señal para los accionistas. Müller compareció ante centenares de periodistas con la satisfacción de iniciar una nueva etapa en la que los empleados dedicados en los últimos meses a taponar la vía de agua originada por el engaño podrán volver a sus tareas para contribuir a mejorar la situación actual y futura de la compañía. Las fortaleza de las ventas, la recuperación del beneficio, los acuerdos con los afectados y las autoridades en EEUU... todo apunta en la misma dirección positiva, aunque con algunas sombras como los pleitos pendientes en Europa de usuarios que quieren el mismo trato que los norteamericanos y también quedarse por detrás de otras marcas menos necesitadas de transparencia.
Chupando rueda de PSA
A la pregunta de si Volkswagen seguiría los pasos del grupo francés PSA de publicar los datos de consumo real de sus vehículos, Müller respondió que sí que estaba interesado en hacerlo pero de forma conjunta con la asociación alemana de fabricantes (VDA). Para un problema general del sector, el presidente de Volkswagen opta por refugiarse con sus colegas del lobby de Alemania. Pero Müller olvida la gran lección del 'dieselgate' para Volkswagen: la necesidad de aumentar su transparencia con la sociedad. En ese aspecto, el grupo alemán está obligado a ser el primero de la clase.