En el ranking de sectores que no pueden ver a Donald Trump, el de los fabricantes de automóviles está situado a la cabeza. La aversión de los 'big three' al candidato republicano no es nada personal, sino una cuestión de supervivencia y de defensa de su competitividad. Por eso, General Motors, Ford y FCA (que engloba a Chrysler) votarán por Hilary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. En los últimos meses, los encontronazos entre Trump y los tres grandes fabricantes de automóviles han sido abundantes y siempre con el denominador común de México. El nacionalismo populista de Trump que le llevó a declarar la guerra a México como origen de los males de las fábricas del viejo Detroit supone un torpedo a la línea de flotación de la estrategia de la industria norteamericana para encontrar vías de competitividad instalando fábricas satélites al sur del río Bravo. La propuesta de Trump de implantar una tasa del 35% para importar los coches fabricados en México haría inviable seguir produciendo en ese país, convertido en una prolongación industrial de EEUU en un efecto local de la globalización. Esa vía fue tolerada e incluso incentivada por los gobiernos anteriores, tanto republicanos como demócratas, para evitar la quiebra de las marcas emblemáticas del país, sobretodo cuando fueron rescatadas (GM y Crhysler) durante la crisis financiera por la Administración de Obama.
Críticas a la globalización en el país que la inventó
Los tres fabricantes han respondido a Trump, que calificó de "vergüenza" las deslocalizaciones, recordándole la creación de empleo en los últimos años en EEUU a pesar de las fuertes inversiones llevadas a cabo en México, sobre todo para producir vehículos pequeños. En el periodo 2010-2014, destinaron casi 20.000 millones de dólares frente a 46.000 en EEUU, según los datos de Auto Alliance que aparecen en la imagen de este post. Los 'big three' recordaron que son empresas de EEUU y que no se irán del país. Para los fabricantes, resulta chocante que se les cuestione su estrategia en el país que inventó la globalización y que más utiliza sus posibilidades y más en un momento dulce de creación de empleo.